LA ABSTENCIÓN DE PODEMOS

Si los dirigentes de Podemos quisieran añadir a la satisfacción de creerse muy inteligentes la de serlo, irían pensando en cómo presentar la abstención en un segundo intento de investidura del candidato socialista. Y no por nada, sino porque no les queda otra, porque su tiempo, pese a la ansiedad, la ambición y las prisas, no ha llegado, y han de elegir entre su contribución al desalojo del PP, que habrán de agradecer muchos de sus seguidores, y su contribución a que en unas nuevas elecciones pueda Rajoy rehacerse y conformar con Ciudadanos una mayoría absoluta que le mantenga en el gobierno otros cuatro años, cosa que no podrían agradecerle ni sus seguidores ni nadie, salvo los incondicionales del PP.
Convendría que los partidos dejaran de vacilar a la gente, que está harta de su inepcia para lo más básico exigible a los políticos, la capacidad para el acuerdo, y les dijeran la verdad. La del PSOE es que antes se dejaría arrancar la piel a tiras que gobernar en coalición con Podemos. La de Ciudadanos, ligado hoy al PSOE pero sin escrúpulos de estarlo mañana con el PP, lo mismo. Y la de Podemos, la más velada por la ceguera de sus dirigentes, que o facilita con la investidura de Sánchez y asume su función opositora durante la legislatura, o terminará siendo lo que más le horroriza, un partido testimonial, o sea, otra vez IU.
Si asumiera Podemos que su momento no ha llegado, y quisiera currárselo para que llegue, lo de abstenerse no tendría para él sino ventajas, tanto las derivadas de las concesiones que pudiera sacar a Sánchez a cambio de ella, como las propias de ejercer la oposición a un gobierno que previsiblemente acabará defraudando y quemándose. Pero, ¿vale Podemos para eso? ¿Vale Iglesias para esa batalla y no, como él cree, para ganar la guerra a las primeras de cambio y sin despeinarse?

LA ABSTENCIÓN DE PODEMOS

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