IMBÉCILES O HIPÓCRITAS

Que mientras Escocia y con ella Europa, se juega buena parte de su futuro, el tema estrella en este país sea la presencia del secretario general de los socialistas en el programa “Sálvame” nos da una idea de la majadería que nos rodea.
Pedro Sánchez y sus estrategas son muy libres de buscar los votos por la vía que mejor les venga en gana y si para ello tiene que pasear su telegénico palmito hasta por los platós de eso que se ha dado en llamar telebasura hace algo no solo lícito, sino también perfectamente asumible.
Es de suponer que el problema lo plantean esas élites que determinan qué programa, actividad o objeto lleva añadida la coletilla de basura, sin tener en cuenta la capacidad de seducción que los mismos demuestran para la sociedad. Es decir, que poco importa que millones de españoles pasen sus tardes deleitándose con las broncas de “Sálvame”, o que los restaurantes de lo que han dado en llamar comida basura tengan más clientes que Ferrán Adriá en sus buenos momentos.
Son los nuevos déspotas ilustrados, aquellos de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. De modo que una deplorable ópera interpretada a base de arrugar papeles siempre será mucho mejor que el “Ave María” de Bisbal, por mucho que el cantante de los áureos rizos sea capaz de lanzar una patada al aire con más estilo que el mismísimo Bruce Lee.
Alguien tendría que explicarles que un best seller no tiene por qué ser malo por mucho que el nombre del autor salga más grande en la portada que el título del libro. Ya les gustaría a sus escritores de salón, tan selectos ellos, ser capaces de vender tanto como esos creadores a los que denuestan.
O que la calidad de una película no se mide por el número de pesonas que se quedan dormidas ya en los títulos de crédito, ni por el número mínimo de planos con los que un director es capaz de rellenar 180 minutos de historia.
Que Pedro Sánchez haya conversado con Trancas, Barrancas y Petancas (a imagen y semejanza de los Michelle Obama hizo en el plató de “Barrio Sésamo”) es mucho más tranquilizador que ver la pasmosa serenidad con la que las distintas formaciones asumen las imputaciones de sus concejales, parlamentarios o alcaldes.
Hace falta ser muy imbécil o muy hipócrita (o las dos cosas al mismo tiempo), para rasgarse las vestiduras por una llamada a un plató y no hacer nada para meter en la cárcel a todos esos políticos que a base de sobornos y comisiones se han hecho con un hueco en la lista Forbes.

IMBÉCILES O HIPÓCRITAS

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