Puigdemont: una noche, dos días

Bruselas, como destino turístico, no es de lo más apetecible, y los viajeros que se dan una vuelta por Europa no pernoctan más de una noche. Sin embargo, al señor Puigdemont parece que le gusta y, de vez en cuando, duerme una noche allí, antes o después de organizar una reunión a la que asisten un grupo de amigos. Lo hizo en mayo del año pasado, y lo repite en enero, que, por cierto, no es buen mes para viajar a Bruselas, porque las temperaturas oscilan entre los cinco grados bajo cero y los dos o tres sobre cero, amén de que, tal como hoy, parece que va a nevar.
El traslado lo suele organizar el señor Romeva, que es una especie de consejero de relaciones y agencia de viajes, aunque él, en los carteles de las reuniones, le gusta llamarse ministro de Asuntos Exteriores, cargo que no existe, porque la denominación oficial es la de consejero de Asuntos y Relaciones Institucionales y Exteriores y Transparencia. La transparencia debería comenzar con la denominación, pero debe ser que los viajes excitan mucho.
En el traslado turístico anterior se pidieron reuniones con el presidente Juncker, con el del europarlamento Martin Schulz, con el comisario de Migración Avramopoulos, y ya, por si estaban menos ocupados, con los vicepresidentes Katainen y Dombrovskis, pero no hubo suerte, así que Romeva logró que se viera con el presidente de Flandes, o sea, el Puigdemont de Flandes, con quien seguramente analizó el futuro de la Unión Europea, la independencia de Cataluña y otros importantes asuntos que, si no pasan por el presidente de Flandes, es difícil que salgan adelante. Bueno, el viaje se repite. De vez en cuando, excursión a Bruselas, una noche dos días.

Puigdemont: una noche, dos días

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