...sed lex

Ha sido necesario descabalgar la primera parte del aforismo y poner unos puntos suspensivos que habrá que rellenar cuando a alguien se le ocurra algo. Porque la ley, que seguirá siendo la ley, ha dejado de ser dura para volverse absurda. O eso es lo que los ciudadanos de a pie interpretamos. Asistimos atónitos a una sinrazón continua.
Estupefactos en nuestra ignorancia sobre el particular, entendemos que el sentido común se ha volatilizado. Cuando Alicia atraviesa del espejo ya nada tiene ni pies ni cabeza. Las cosas son y no son. Más fácil es digerir la física cuántica, materia y antimateria, teoría de cuerdas, universos descabellados, que ese galimatías sobre el que magistrados y teóricos del derecho tratan de instruirnos (con poco éxito, por cierto) a propósito de los últimos episodios jurídicos y legales.
Frente a la parsimonia con el Holandés Errante, aquel buque fantasma, una orgía de excarcelaciones, desahucios despiadados y dictámenes disparatados. La ley ya no es dura ni blanda, devino en demencial. Ha abierto las puertas a criminales, asesinos y monstruos con una celeridad que invita al pasmo. Porque no es ya es que las cosas sean o no sean, deban o no deban ser así, lo que desconcierta es el celo en su aplicación. Tanto, que llevaría a pensar que bajo la epidermis de magistrados, fiscales y leguleyos en general no corre ni una gota de sangre, sino el fluido viscoso y sintético de una generación de androides programados para pulsar un botón, sin más preguntas, siempre que la ley lo exija.
En los últimos tiempos hemos oído sentencias incomprensibles, no ya para el lego en la materia, sino incluso para el experto. Hemos visto y vemos todavía boquiabiertos cómo golfos, aprovechados, estafadores, arribistas, ladrones y descuideros de fina estampa y trajes a medida salen indemnes judicialmente o con condenas casi amables tras la comisión de delitos que harían palidecer de envidia a Monipodio y a toda su corte.
Entretanto, pobres diablos dan con sus huesos en la cárcel por un quítame allá esas pajas. Delincuentes de poca monta, encausados con justicia, sí, pero tratados como peligrosos criminales. Asistimos impotentes cómo a otros, ciudadanos normalmente observadores de la ley, desahuciados, estafados o robados, se les trata como malhechores.
Por si acaso, ya se está cocinando la fórmula con la que reprimir cualquier protesta. Por eso, tal vez la culpa no está en quienes aplican las leyes, sino en los que las fabrican. Esa ensalada humana, ese cajón de sastre intelectual. Legisladores y políticos. A muchos de los cuales nos hemos acostumbrado a ver en los banquillos últimamente (y por lo que parece, seguiremos viendo hasta el hartazgo). Hoy en el hemiciclo y mañana ante el juez. Pensemos mal: se ponen la venda antes de la herida. Nunca se sabe.... Lex, velut luna, statu variabilis... sed lex.

 

...sed lex

Te puede interesar