Rinocerontes

Se lamentaba el insigne científico Mariano Barbacid, a propósito de la compra de Catalunya Bank por parte de BBVA, por ver cómo se malgasta el dinero público en apoyar a la banca mientras continúan los recortes en educación y en investigación.
Unas palabras que por venir de quien vienen parecen tener una mayor peso que si fueran dichas por un paisano largando una soflama en una taberna. Pero el hecho de que trasciendan más unas que otras no quiere decir que no todas estén cargadas de sentido común.
Pero en todo caso es clamar en el desierto, porque es ya proverbial la descarada indiferencia de los gobernantes hacia sus gobernados y el desprecio que muestran a las voces de protesta por sus erráticos comportamientos.
La sarta de ruindades no se ha detenido aún. Da igual que proteste una eminencia o el tendero de la esquina. Ambos son ciudadanos corrientes a los que una panda de incompetentes, soberbios y caraduras trata como escoria.
Que no se canse Barbacid. La respuesta a sus críticas la dio el secretario de Estado de Economía al valorar la venta al BBVA de Catalunya Banc “porque con ella se ha conseguido minimizar el coste para el contribuyente” (sic). Así se las gastan. Nuestros políticos tienen el pellejo dos palmos de grueso; las críticas, las denuncias y las acusaciones serán picaduras de mosquito en la piel de un rinoceronte. Y si no, siempre habrá maniobras de diversión.
Cuando las cosas se ponen feas y les empiezan a llover palos de aquí y de allá, estos concretamente, tienen fácil la solución: sacan de su cajita un muñequito parlante, un tal Mas, por ejemplo, le dan un par de collejas como si tiraran de la anilla para que empiece a largar, y ya está, toda la atención se centrará en las excentricidades que puedan salir de ahí, el tiempo necesario para eludir responsabilidades y para seguir guindando carteras.
Entretanto, la tijera no para de cortar. Recortes en educación, en investigación, en sanidad, en salarios, en pensiones... Ahora tienen la caradura de aconsejarnos ahorrar ante la previsible caída de éstas. Y nos quieren ver trabajando hasta que estemos cerca del hoyo, si antes no nos despiden, claro está, en cuyo caso deberemos pagar también. Han dinamitado nuestra dignidad. Nos han chafado incluso los sueños de la lotería. La situación es kafkiana. La corrupción es moneda corriente y los mismos que están acogotando al ciudadano cometen descaradamente todo tipo de abusos sin inmutarse.
Una labor de zapa que va minando nuestra voluntad hasta convertirnos en gentes estupefactas incapaces de reaccionar. Solo estamos a la espera de qué nueva barbaridad amenazará nuestra ya vapuleada vida. Y todavía nadie ha llamado a tomar La Bastilla.

 

Rinocerontes

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