PAQUIDERMOS

Hubo un tiempo en el que la información sobre catástrofes, desastres o crímenes eran tratada con exquisita corrección. Sin dejar del todo el carácter morboso que llevaba aparejado todo áspero acontecimiento fuera de lo cotidiano, las imágenes que pudieran ir asociadas eran habitualmente subrepticias y en absoluto obvias. En algún momento se dio un paso más a la hora de mostrar imágenes terribles. El telediario se convirtió entonces en algo terrorífico. Y nos daban la comida. Almas cándidas, espíritus impresionables y ojos poco acostumbrados al espanto real creíamos intuir sobresaltados algún fugaz fotograma de sangre y vísceras. Y esa imagen permanecería indeleble en nuestra retina durante mucho tiempo dejándonos el corazón encogido. Todo el mundo recordará su primer potaje vomitado sobre la alfombra tras recibir una andanada de horror desde un informativo de televisión. Y el mal cuerpo que le quedaba a uno. A veces advertían amablemente de que “las imágenes que vendrán a continuación podrían herir su sensibilidad”, palabras que, claro, inducían a no despegar la vista de la pantalla aun a riesgo de quedar patidifuso. Luego, un bonzo ardiendo por aquí, cuerpos despanzurrados por allá Los Alfaques por allí, Los Rodeos por acullá...
Y poco a poco fuimos perdiendo la inocencia a base de brutalidad bien dosificada hasta un crescendo de atrocidades e imágenes espantosas. Aprendimos (o nos enseñaron sibilinamente) a tragar todo eso como si fuese un solomillo. Un baño de realidad de la manera más cruda y directa. Ya paquidermos, hoy es el día que observamos las mayores barbaridades y las más estremecedoras escenas sin inmutarnos. Nos sueltan un “advertimos que las imágenes que van a ver a continuación son muy duras” y nos arrellanamos en el sillón para ver hasta dónde puede llegar esta vez el horror convertido en manos de las cadenas de televisión en scoops informativos, carreras por la primicia y en puro y macabro espectáculo. Puede que exista una tímida autocensura. Todavía vemos a un yihadista y a su víctima en foto fija suponiendo apenas lo que habrá de venir a continuación. Pero sólo es cuestión de tiempo que lleguemos a contemplar impávidos entre el segundo plato y el postre cómo se rebana un pescuezo.
El hábito desnuda de trascendencia las cosas. Ayer nos indignábamos, bramábamos y aullábamos de ira contra los corruptos y la corrupción. Entre comidillas de comadres, charlas de amigos, análisis y consideraciones éticas, el asunto va pasando hasta hacerse cotidiano. Dentro de poco le prestaremos tanta atención como a la página de esquelas. Por si hay alguien conocido, simplemente.

PAQUIDERMOS

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