SEGURIDAD

El cero en el riesgo es la negación absoluta del peligro, y en esa seguridad el desapego de la aventura de la vida.
Sin peligro no podríamos vivir, tampoco morir, porque la muerte es el peligro por antonomasia. Lo prueba el hecho de que nos pasamos media vida escapando de ella, y la otra jugando al perverso pero gratificante ejercicio de burlarla. En eso consiste la aventura, en pasarle a la muerte la vida por delante.
La aventura es la virtud de la vida y a ella nos debemos, de ahí que haya que defenderla de leyes, decretos y reglamentos, también de plafletos ideológicos y divinos que nos venden seguridad a precio de esclavitud.
La aventura es nuestra seguridad y el lugar más seguro de que disponemos para burlar no solo a la muerte sino a dictadores y asesinos. A esos seres ajenos a la vida que un día deciden tomar a modo de aventura la ajena. Se equivocan, la vida solo es el primer jugador de esa competición en la que quemamos adrenalina y azar en favor de nuestra voluntad de vivir y vivirnos intensamente.
Ensalzo la aventura a despecho de la seguridad porque sin ese riesgo llegara el día en que seamos tan seguros como predecibles, tan estúpidos como viables, tan eternos como lo es todo lo efímero.
Debemos bregarnos en el peligro para defender cuando menos el libre derecho a deambular, que es el más elemental rasgo de la aventura. Si nos roban eso nos habrán matado en lo más profundo, la inexcusable defensa de la vida.

 

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