“La résistance”

Como hojas caducas de un otoño de hombres e ideas, se va agrupando entorno al Congreso una nutrida fila de ciudadanos, sospecho, que sin noción de esa naturaleza. No hay en el acto idea reivindicativa, les mueve la sola curiosidad de ver por dentro la casa de la democracia, el seno de ese hogar donde hombres sin piedad e ideología apilan palabras en favor del partido. Ahí, digo, donde la política pasa de ser “el arte de lo imposible” a hacernos imposibles sin arte.
Los visitantes esperan pacientes desde la madrugada. Llegada la hora el portero mayor ayudado por A. Pastor, presidenta de la Cámara, se disponen a abrir la puerta a tan noble rebaño. Y como en una broma macabra, el espléndido atranco se niega a abrirse, a participar en esa jornada de puertas abiertas. El empleado y la empleadora responden a ese sano mutismo en la resistencia, con la fuerza. La puerta resiste. Es como si fuese la única que sostuviera, además de dignidad, coherencia. Fuera, los vecinos esperan pacientes. El forcejeo les asegura una jugosa anécdota, mejor, sin duda, que los manidos disparos del techo del golpista Tejero.
Curiosamente ningún grupo se solidariza con ella, pierden una vez más la ocasión que brindan las nobles causas. ¡Qué sola se queda la puerta! Finalmente, y ya sin presidenta una cuadrilla de ujieres hace valer lo bruto de la fuerza y entran embrutecidos los ciudadanos, siendo celebrados como una rareza por los padres de la patria.

“La résistance”

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