La progre colilla papal

Si por algo se ha distinguido el Papa Francisco es por cogérsela con papel de fumar en esas cuestiones que mueven el ideario de las sociedades europeas hacia un mundo en el que, en materia de derechos y libertades sociales, todo está dicho y dispuesto, pero nada se cumple ni respeta más allá de lo estrictamente formal. Signo, por otro lado, de todos los tiempos de decadencia.
El Papa más progre y porteño que hemos tenido ha sido un maestro en este campo; ninguna sensibilidad de esta categoría ética e intelectual pasa desapercibida a su fino olfato de padre de todos nuestros progres espíritus. Y todos coincidieron en señalarlo y ponerlo, aún a regañadientes, entre sus pertenencias ideológicas y mitológicas. La estrategia de la Iglesia estaba perfectamente señalada y encauzada con su nombramiento y deriva: el Papa intelectual se jubila y aparece en escena un Papa progre, más acorde con la profundidad intelectual del momento.
Y ha venido cumpliendo escrupuloso con lo ideado, hasta que se le ha ocurrido liarse un porro de autoridad con el papel de fumar y cogérsela con la mano de dictar. Eligió para ello un tema que aburre hasta los muertos, la muerte, prohibiendo aventar sus cenizas o guardarlas en las casas. Contaminación ambiental y neurosis intelectual. 
Cómo pensar que tan avanzados criterios pudieran molestar, pero así ha sido, y ahora se levanta con el runrún de las ceniza y se acuesta sin saber que hacer con la colilla. 
 

La progre colilla papal

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