“El payaso y las bofetadas”


“Lo que de verdad humilla al asesino / no es que se censuren sus actos, / sino que se aplaudan”. América Pérez.
El reproche duele, el elogio ofende. En las calles del País Vasco se homenajea a miembros de ETA por sus crímenes. Se pone música al funeral de sus hazañas. Se les viste con las palabras que ellos despreciaron. Se les respeta, al fin, en ese amable desprecio. Ellos están en su sinrazón, pero, qué razón mueve a los vecinos a celebrar el crimen. Podía decir: miedo, fascinación, complicidad... Podía justificarlos, pero sus actos humillan lo humano. Y espero que así lo sientan los terroristas, porque esa será su pírrica victoria.
Regresan de prisión y observan que ese pueblo, para ellos aún esclavo, los celebra en libertad. Y que sus vecinos han cambiado durante este tiempo de ideología, estado civil, profesión, posición social y casa. Qué puede ser su gesta sino un trágico absurdo. Deberían sus conciudadanos y dirigentes, si de verdad los respetan y no son capaces de hacerlo en la calle, ir a sus casas y en esa intimidad pedirles perdón por haberles animado a que asesinaron: “ETA más metralletas”, “ETA mátalos”. Por no haberse puesto a su lado, si en verdad les era vital. Por mentirles respecto a la necesidad de su ser y lo innecesario de su criminal quehacer. Unos han sido esclavos de los otros, es eso. Y el vergonzante acto no es, lo sé, sino un mutuo bofetón, dado, como siempre, en el rostro de las víctimas.

“El payaso y las bofetadas”

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