Memoria de un honrado

La turbiedad de los días bajo el cielo de la corrupción debilitan en nosotros la noción de honestidad, tanto que a menudo percibimos como un milagro el que sea posible vivir en sociedad. Es entonces cuando hacemos recuento de los hombres que conocemos capaces de esa virtud y lo esencial de su ejemplo.
En ese ejercicio hago memoria de un hombre al que recuerdo como el más horado y cabal de cuantos he conocido. Un hombre constituido  y construido como cualquier otro, pero con una peculiaridad que lo hace excepcional allí donde los demás no pasamos de ser meros actores de ese pésimo guion a que obliga la indolencia del “postureo” ideológico y el tancredismo de lo políticamente correcto. Un hombre que no tiene necesidad de proclamarse demócrata o de izquierdas, ni de teñir su ética de ideales conservadores. A él para ser justo y respetuoso con la dignidad de los demás hombres, fuese cual fuese su condición y circunstancias, le es suficiente con su ejemplo en el acto de mostrarse ejemplar en su quehacer cotidiano.
No es un dios, ni un héroe, es un hombre, se llama Fernando Pérez Blanco, es natural y vecino de Cambados, y fue subteniente de la Guardia Civil en Villagarcía, hasta el pasado día 9 de este mes en que pasó a la situación de reserva. En un mundo ajeno a lo honesto pagó caro, pero sin merma, el ser un virtuoso de esa dignidad que habría de caracterizar a lo humano. Hasta ahí la memoria de un hombre horrado.

Memoria de un honrado

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