Máquina, maquinal, maquinar

Deberíamos ser máquinas y no hombres para que como hombres se nos tratase en el trabajo y mercadeo de los días. Máquinas que cualquier multinacional explota sin jornada y sin salario. Máquinas, digo, paridas por maquinales madres que trabajan como máquinas en los rincones de los oficios. Solo así tendríamos esperanza de ser útiles, y como tal, rentables. Pero somos hombres nacidos de maternales vientres. Hombres, que hemos alumbrado un mundo de seres mecánicos, con la idea de que nos ayudaran, y que nos van desplazando, robándonos los puestos de trabajo y con ellos el salario, en un mundo en que es él quien sella nuestra suerte.
Las máquinas llegaron para hacernos más fáciles las tareas que demanda nuestro quehacer. Fueron elementos de liberación. Con ese espíritu se crearon y en él las acogimos. Pero no tardó la ambición en tomarlas como rehenes para su beneficio. El de sustituirnos, dejándonos, no en una situación laboral más cómoda sino en el paro. Hombres sin salario de los que se espera que consuman y solo se consumen, poniendo en jaque el sistema. Los hombres han de tener en lo filosófico utilidad y responsabilidad para tener dignidad. Y en lo sociológico una compensación que remedie la mala redistribución de la riqueza. Solo así se mitiga en algo esa anomalía y se nutre este imperfecto sistema.
Las máquinas son los empleados ideales de este siglo y nosotros sus esclavos.

Máquina, maquinal, maquinar

Te puede interesar