Ha muerto la guitarra

El grito helado de la muerte quebró el vibrante corazón de la guitarra y se rompió Paco en un solo pedazo, en un solo trazo, en un solo quejido, como lo hace lo sempiterno.
La orfandad las señorea: mustias ahora sus cuerdas, mudas sus cajas y mudos los tablaos del universo. Se detuvieron en el aire las palmas y se quebró en un gemido de dolor la eterna sombra de los bailaores. La bárbara sed de la pena quemó las gargantas de los cantaores. Y se detuvo el sol en los relojes de los teatros del mundo.
Se ha muerto Paco “el de la Lucía “y lo ha hecho para siempre, no es un respiro entre notas sino ese certero acorde que sabíamos no se iba a repetir. No es tampoco un concierto finalizado sino ese concierto siempre inconcluso en la novedad de su talento. No es mentira pero tampoco es verdad, es solo decirnos, ahí os dejo mi obra para que obre en vosotros el milagro de la dignidad, la sublime casualidad de la libertad.
Paco y Camarón, dos mitades rotas, la voz y la música, la mutua vibración y lo vibrante, lo deslumbrante al fin de un arte superior capaz de poner en pie toda una mitología de ojos y manos, de pies y gargantas, de gritos y silencios, de zapatos y vestidos, de blancas camisas y rojos chales, de raza y genio y de sangre e ingenio. Un mundo, el del Flamenco, que no es un mundo sino un universo que se desangra en el lento discurrir de ese río de pena que anuncia desconsolado: “ayer murió la voz, hoy, la guitarra”.

 

Ha muerto la guitarra

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