GUERRA FRÍA PIES CALIENTES

Al zar de la nueva gran Rusia no lo puso el azar sino la previsible ambición. El hombre es ambicioso, Putin también, además de firme candidato a ocupar el palacio de invierno e ivernar en él su sed de poder. Hasta ahí nada nuevo pero a poco que indagues compruebas que al margen de los bastardos intereses del ex espía, la mafia y la omnipresente comparsa política emerge de su ostracismo para mostrarse más huraño que silencioso un pueblo que pretende reinventarse en la repugnante hazaña de coser a fuego un imperio donde habría de tejer fraternidad.
La debilidad por la  supremacía subyuga al hombre en lo colectivo y abroga todo su quehacer intelectual en una tarea que no obedece a la razón sino a los irracionales dictados del miedo y el egoísmo. La grandeza que se gana en el dominio de otros pueblos y hombres no puede ser nunca sino rémora que frustra toda esperanza de progreso.
Estas arcaicas estructuras de poder sean del tamaño que sean no encierran sino insanos liderazgos, con sus corruptelas y  desmanes.
Los pueblos son primero hombres pero los hombres gustan ser primero nación para diluir en ellas sus responsabilidades.
 El pueblo ruso tiene un enemigo pero no es su vecino sino ese “RasPutin” verga estándar que gusta medirla con Occidente ocupando Crimea e interviniendo en Ucrania, como prólogo bufo de los invernales juegos bélicos que han sido y son la guerra fría.
El pueblo ya tiene su enemigo el tirano su coartada.

GUERRA FRÍA PIES CALIENTES

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