LA DUQUESA Y LA HORMIGA

Transitamos por el mismo sendero y bajo la luz del mismo sol. Dormimos al calor de la misma sombra y nos despertamos en medio del mismo afán.  Nada nos afirma o niega que no lo haga en el otro. Nada de lo universal nos es ajeno y nada de lo ajeno nos es particular. La igualdad grita en nuestra sangre y se refleja en nuestro rostro. Somos lejos de lo singular, seres atados a la igualdad, a lo igual. Sin embargo, en la vida en común en nada nos perecemos y en nada nos hallamos iguales. Si el universo social nace para gestionarnos en esa virtud, por qué esta grotesca caricatura que hace a unos duques y a otros hormigas. Que a unos les confiere y concede derechos y prebendas y a otros nos exige sufrimientos y privaciones.  La vida es regalada pero, solo a algunos le es dada para una comunión a la que según parece no tenemos derecho todos. La igual vida y la desigual muerte nos defienden y definen en el mismo rango, sin distinción. Sin embargo, al final, unos viven de lujo y otros son carne y sangre de ese lujo.
No deberíamos sentir orgullo sino asco hacia nuestro quehacer social, en la medida que no contiene otra virtud que no sea la maldad de hacer de unos tiranos y de otros esclavos.Y digo hormiga y no pienso en el insecto social que trabaja duro para algo tan solidario y vital como es el sostenimiento comunal, sino de ese ser que se embrutece y gasta en la ingrata labor de engendrar duques y otras “bestias” de similar catadura.

LA DUQUESA Y LA HORMIGA

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