Deconstrucción

la nueva trova ideológica viene insistiendo en la apertura de un proceso constituyente. No veo la necesidad, solo un modo más de vivir de la política sin idea de gobierno. No obstante, a raíz de una discusión en Facebook sobre el coronel Yagüe y la represión en Badajoz, en la que ni los historiadores se ponen de acuerdo, he comprendido que tal vez deberíamos embarcarnos en un proceso catártico de sinceridad.
Comenzando por elaborar un censo de víctimas y otro de verdugos. No creo que sea tan difícil, para conocer de las primeras basta recorrer uno a uno los cementerios y los dolidos corazones de sus familias, y para los segundos, seguir el reguero de sangre que derrama su sombra y memoria. Contabilizar las corruptelas y su coste. Y continuar así hasta constituir un espacio ético donde de verdad sean posibles ideologías y gobiernos.
Si no damos este primer paso seremos a perpetuidad, rehenes de los miserables, esos que en el afán de disimular su falta de talento político no dudan en avivar odios y resentimientos. Prueba de ello es que hoy la memoria de los asesinados es la primera víctima y también el primer verdugo, coincidencia que no es compatible con un estado en el que rige la razón e impera la dignidad y la justicia.
Este proceso constituyente de censos fundados sobre la tozuda veracidad de los hechos, nos dará, cuando menos, la pista de por dónde no debemos ir, aún cuando ese artero camino seamos nosotros mismos.

Deconstrucción

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