EL DEBATE Y EL DESBARATE

Un soberbio asediado por un puñado de cínicos, a eso sonó el debate del estado de la nación. En el que cada líder esbozó la líneas maestras de la que va a ser su particular leva de idiotas en las próximas y abundantes campañas electorales.
Para el presidente, la crisis ya es historia, por lo que podemos volver a la senda del derroche que nos llevó a esta situación sin analizar las causas que motivaron el anterior colapso, en lo concerniente a los recursos de que disponemos, gastos que soportamos y su planificación para el futuro.
La crisis para él parece ser una ventolera venida de lejos y no el producto de un Estado sobredimensionado y un pueblo desinformado y acostumbrado a la aberración de que es posible hasta el imposible de burlar la inamovible mecánica matemática de los presupuestos. Para los miembros de la oposición, por el contrario, la crisis es producto de la mala baba ideológica del gobierno, por lo que no prometen restructurar y priorizar los gastos del pasado a la hora de invertirlos sino reimplantarlos y doblarlos.
Ninguno habla de renuncias, todos de poseer, de dar. Dan lo que nosotros le damos, de ahí esa generosidad. Tampoco hablan de recortar gastos en instituciones copadas por una clase política atenta solo a crear atractivos puestos de trabajo para sus correligionarios.
Estos por alcanzar y mantenerse en el poder son capaces de abrirle una licorería a un dipsómano, o un salón de juegos a un ludópata.

 

EL DEBATE Y EL DESBARATE

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