Dos velocidades

Los países más ricos de Europa, al menos eso se dice, plantean el viejo tema que tantas veces criticó y rechazó: “la Europa de las dos velocidades”. Esa Europa que se apresura a multar a los países que no cumplan con, por ejemplo, la nueva ley que liberalice la estiba, pero ni un pellizco de monja a los que no cumplen con la orden de repartir a los repatriados de países en guerra.
Los líderes de los países que ahora “sacan pecho” en algunos casos eran los PIGS. ¿Cinismo? ¿Hipocresía? Otro golpe de tuerca desde España: los que vienen escapando del hambre, las guerras, la miseria –las más de las veces provocadas por el llamado primer mundo– se tiran al mar ¡y por eso mueren frente a nuestras costas!, en palabras del secretario de Estado para Europa del Gobierno de Rajoy. ¿Velocidad excesiva o derrape? Cada día, desde el Gobierno, una patada, una vara para dirigirnos a su gusto.
El cierre de fronteras, los muros y las concertinas son la prueba del fracaso de Europa, que nació como la unión para el carbón y el acero y siguió siendo un mercado que hizo más ricos a los que ya lo eran y más pobres –por los recortes que nos llegaban de Alemania– a los más débiles.
Por aquí tenemos otros ejemplos de las dos velocidades, las varas de medir. Por un lado, sube el dinero que paga la industria y, por otro, Galicia sigue siendo el país donde menos cobra el ganadero. Ahí tenemos a la Xunta pidiendo la gratuidad de los muelles urbanos para pagar el Puerto Exterior (es tan exterior que es de Arteixo, donde ya empiezan a contar parné gracias a las empresas que se van a instalar en Punta Langosteira) algo que no sucedió en ningún otro lugar –Valencia, como nos contaba en la SER Consuelo Bautista- y el PSOE y el PP (dos cabalgan juntos) critican al Ayuntamiento por promover un referendo ciudadano sobre el tema.
Muchos de nuestros políticos en referendos se quedaron en el de los veinticinco años del anterior régimen, cuando llamaron paz al silencio de los cementerios. Cuándo se enterarán que nosotros, los ciudadanos que acudimos a las urnas, pagamos sus sueldos, sus visiones faraónicas (Ciudad de la Cultura, Ciudad de la Justicia) y, cuando meten la pata y la mano, y el dinero que se va por los sumideros. Y aún nos queda mucho que aguantar.

Dos velocidades

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