Reprobables y reprobados

Decía el furibundo portavoz del Partido Popular que sus señorías de otros grupos políticos tenían que bajar al terreno de juego y jugar el partido… lo que no cuenta es que nadie quiere jugar con ello aunque sean los dueños del balón, pongan el árbitro y usen las leyes –el reglamento– de forma torticera. 
Y es que el PP es merecedor de reprobación (darlo por malo, censurarlo, suspenderlo) y, por tanto –lo siento señor ex de los palos y las reuniones perniciosas – usted ha sido reprobado lo que le convierte en réprobo, según el diccionario “condenado a las penas eternas”, de lo que a lo mejor le salva su ángel de la guarda y, de momento, el alto tribunal que aún tiene que estudiar  el caso de “la policía política”, su reunión con Rato y otras gentes y la denuncia presentada por el que fue alcalde de Barcelona… (¿esa demora, malicio, le venía bien a Rajoy, a su partido, para intentar meter de matute a Fernández Díaz en uno de los muchos chollos que se reparte entre “la familia política…”?) 
Reprobable, sin duda, como lo es el gobierno y el partido, por aceptar que más de cinco millones de conciudadanos  sufran la pobreza energética mientras las eléctricas en lo que va de año ganaron más de cuatro mil millones de euros y encender la calefacción, enchufar la nevera o “prender” la bombilla sea en España un 73% más caro que en   media Europa. Reprobable un gobierno y el partido que lo sostiene, por tener a más de dos millones de trabajadores que no ganan para vivir, a tres millones sin subsidio alguno y –según destaca Europa– un empleo inseguro, precario y de bajos salarios
Reprobable por sus últimos actos que niegan cualquier atisbo de la anunciada regeneración política. Pero es que además el mito de las tantas veces presumida “excelente gestión económica del gobierno”, no se sostiene ya que el balance es dudoso, por las trampas, y nuestro país sigue siendo el segundo de Europa con el menor nivel de gasto en infraestructuras, servicios sociales e injusta política social. 
Y, además, la reprobación se extiende al hartazgo del ciudadano sobre la corrupción: el 80% de los españoles culpa al gobierno de no luchar contra las acciones ilegales de cargos públicos. Reprobable, mírese por  donde se mire. Por eso aunque el portavoz popular pida compañeros de juego, nadie quiere aceptar sus reglas, modos y forma tramposa, reprobable,  de arbitrar. 

Reprobables y reprobados

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