POLITÓLOGOS, AUGURES Y FANÁTICOS

Durante todo el fin de semana los expertos otearon el horizonte, buscaron en las vísceras de las ocas y consultaron las estrellas para interpretar, a gusto del consumidor, las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que te dan cifras cocinadas y contradictorias. Por ejemplo: ¿a quién votaría hoy? Y te dicen, a fulano. Y ¿quién creer que va a ganar? Y responden, mengano.
Y enseguida los expertos te cuentan, para hacer cuadrar sus cuentas, que sí hay un voto oculto, que a la derecha mucha gente la vota a desgana y a escondidas, que los hay que se apuntan al vencedor y, como no, los hay que mienten cuando se les pregunta.
Lo que parece claro es que estas encuestas ofrecen un retrato bastante real de la sociedad. A saber: el nivel de descontento con Mariano Rajoy, que hoy es del 86 por ciento, nunca estuvo por debajo del 72 por ciento y, además, el descenso en intención de voto al Partido Popular y al PSOE es otra constante que se viene manteniendo a lo largo del tiempo.
Falta mucho tiempo para fijar “la foto”, pero ya se adivina el paisaje que con más lógica reflejará esa imagen.
Lo que no entiende el personal es cómo con la que está cayendo –resumo: Crespo señala con el dedo mordidas; el otro Crespo confesó que viajaba de Madrid a Compostela con sobre llenos de pelas; vuelven a investigar a Camps, la operación Gürtel sentará en el banquillo a una docena de altos cargos del Partido Popular; la justicia se enfrenta al partido que gobierna, pues le considera responsable del pago en dinero negro de las obras de su sede central en la madrileña calle de Génova como “conseguidores” y veremos en qué acaba– continúen apostando por los populares que, aunque pierden catorce puntos, se mantienen en el grupo de cabeza.
Pero, y esto no es poco, es que además el escenario en el que se mueve la ciudadanía no coincide con el paisaje que le pintan desde el palacio de la Moncloa, puesto que las exportaciones –a base de reducir el coste laboral–, el Ibex –un juego entre ricos– y otras cifras macroeconómicas se dan de bruces con ir a la farmacia o la tienda, con  pagar la matrícula del colegio de los niños simplemente con malvivir como malviven miles de personas en cualquier punto del país.
Y es que, leemos a O’Rivas, la primera tarea de un gobierno es matar el hambre invernal, las enfermedades que multiplican la pobreza. Atender, en suma, las necesidades básicas de su pueblo. Y si la vicepresidenta pregunta ¿de dónde sacamos el dinero?, la respuesta está en ¡de la caja B!

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