HAY OTRA VIDA MEJOR

Así, con esta frase, que remataba contundente con “pero es más cara”, iniciaba, en aquella televisión en blanco y negro, una exitosa sección de Alfredo Amestoy. La frase hoy podía cambiarse por “otra vida mejor es posible si se reparte, también, mejor”.
Mientras en el Foro Atlántico nuestra primera autoridad local aseguraba que esto va a mejor, la Policía detenía a tres vecinos rebuscando entre los contenedores de basura y, al tiempo, otros catorce mil hacían cola ante los bancos de alimentos y los periódicos nos informan de que Educación cerró colegios rurales, sanidad redujo el número de camas hospitalarias y que los ciento cincuenta mil españoles que declaran, más de cien mil millones en el extranjero solo tributarán en España una parte de los activos declarados. Encerrados en su palacio de cristal nuestros dirigentes se llenan la boca hablando de macroeconomía… con el latiguilllo de “luego vendrá la minieconomía” que mueve el mundo real, pues en realidad el negocio es para los del Ibex-35, mientras una reforma social y laboral castiga a los más débiles.
Un reparto más justo, y atendiendo a los verdaderos problemas del común, no permitiría que un alcalde y un presidente de la Diputación, aquí en Galicia y según mira usted al sur, se gasten una pasta gansa en remodelar un campo para los pelotoneros mientras sus hospitales están cerrados pues llueve sobre médicos y pacientes. Con Feijóo en estos años, parece una sentencia, el gasto social en Galicia cayó un 10% y disminuyó el número de residencias para la tercera edad. Y tres millones de familias no tienen dinero para comprar los libros de texto
Una ciudadanía menos paciente no aguantaría que en Valencia, Madrid, Andañucía, Cataluña o en o fogar de Breogán nuestros representantes miren para otro lado. Según varias fuentes, el precio de la corrupción en España es similar a la cifra recortada en los sectores esenciales para “una vida mejor” en, por ejemplo, nuestra comunidad... y mientras quienes mandan hablan de regeneración, la realidad nos muestra la degeneración que va desde lo más arriba de la estructura del Estado hasta la aldea más remota pasando por instituciones y colectivos que tienen que proveer una vida mejor para los ciudadanos.
Hoy desde este balcón el paisaje parece, sin duda, peor de lo que es. Vendrán tiempos mejores, seguro.
Eso espero y que lo notemos, dentro de quince días. Hasta entonces, bajo la persiana.

HAY OTRA VIDA MEJOR

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