Es por nuestro bien

Una vez que el se-ñor Urkullu fijó la fecha de las elecciones vascas, “o noso presidente”, por el bien de España, por seriedad (esto parece un chiste) y por res-ponsabilidad, se desdijo de lo dicho cuarenta y ocho ho-ras antes, minuto y medio después de que conselleiro de Economía, Francisco Conde, precisara a los perio-distas que “los tiempos elec-torales de Galicia y País Vas-co son distintos”…
Naturalmente el presi-dente Feijóo tiene, entre otros privilegios, decidir la fecha de las elecciones, pero el personal, que no es tonto, se da cuenta que la rectifica-ción, en pocas horas y a toda milk con reunión de sus co-laboradores incluida, signi-fica al tiempo pillar a la opo-sición con el pie cambiado: de Ciudadanos no se sabe nada, Podemos está buscan-do el futuro solo o en com-pañía de otros, el BNG –que sí cuenta con candidato– debe engrasar la maquinaria y el PSOE –en palabras del propio Feijóo– está a la deri-va, aunque, ¡tachín, tachín!, si el PP no obtiene en las ur-nas la mayoría para gober-nar, sería bueno que pueda completarla con los votos del PSOE…
Recordemos que don Alberto juró un día no muy lejano que su meta estaba en dos legisla-turas y que, poco después, y por las manifesta-ciones de sus partidarios –los círculos del PP, no me refiero a manifestaciones en la calle– rompió su promesa anunciando que si no al-canza la presidencia no se quedará en la oposi-ción. Bueno… algo es algo ¿no?
La oposición, como era de esperar, ya res-pondió recriminando al presidente que la fe-cha de las elecciones en Galicia las marque el lehendakari vasco.
El señor Feijóo vive hoy en una Galicia que tiene el triste récord de estar de penúltima en volumen de salarios y pensiones. La Seguridad Social ingresa mil doscientos millones menos por la caída de los salarios, aunque crezca el empleo que –como en el resto del Estado– es precario, además de mal pagado.
Hay quien piensa que detrás de la fecha ele-gida por el presidente está el deseo de antici-parse a los siete juicios que tiene en puertas el PP a nivel de todo el Estado, sin contar con los que aquí puedan llegar de rebote, como el caso de los cursos fraudulentos, con enigma en me-dio como es la figura del “consegidor, ” visitan-te asiduo del “palacio” presidencial, ese asunti-llo del señor Baltar, virrey de Ourense, y el escándalo del Alvia, donde solo nos queda el consuelo de la UE.

Es por nuestro bien

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