NO QUIEREN SER PRINCESAS

Ya lo dijo Sabina: las niñas ahora ya no quieren ser princesas y es que, según los abogados de Cristina, la hermana del rey, se ven perseguidas por Hacienda, que les coloca un número identificativo (¿0014, era?) y no el común que al resto de las españolas. Y es que, ya dijo una eminente periodistas, cuántos millones de profesionales no hacen “la conjunta” para ahorrar a Hacienda y la señora no sabe ni hacer “la compra más lista” de Gadis, sino que compra a tontas y locas casas, cursos de salsa, etc., y no pasa nada.
Y es que una princesa, con carrera, cuatro hijos y un chollo millonario, no tiene que andar por ahí preocupándose de asuntos económicos y menos si está enamorada. Y es lo que le pasaba al servicio que tenían contratados en el chalet-palacete, que cobraban en negro, pues eran ilegales, y nadie le decía nada pues estaban por amor.
Y es que a las princesas les quieren ayudar los fiscales generales, los tenientes fiscales, los inspectores de todo rango e incluso el rey que les da un trabajo en EEUU, y en Telefónica, con lo que para hablar con la real casa había que gastar una pasta en conferencias.
Y, ya sabe, además, queridos lectores que si usted hace la declaración a Hacienda con su mujer y firman los dos –que en eso Hacienda es muy mirada, sobre todo si no eres princesa– el alegato de “no sé, no me acuerdo, yo no estaba, todo lo hice por amor” no vale nada y la multa vale mucho.
La vecina de abajo, sin ir más lejos que cuarenta escaleras, me contó que a ella, princesa en una obra de teatro que hicieron en la escuela, no le valió para nada declararse torpe para los números, sumas y restas, pues influyó más la carrera de Económicas y el master en Empresariales (trabajaba en una caja de ahorros) que su juramento de amor ante el altar. Seguramente, decía, si no hubiera sido princesa las cosas hubieran sido de otra manera. Ahí tenéis, por ejemplo, a los empleados de Nóos: cobrando en negro y sin tener que hacer otra declaración que la de simular, en directo y diferido, su cariño a la corona.
¿Y aquella bonita historia de compra-venta de casas y terrenos que coincidían con un documento de identidad de la inquilina de Pedralbes? Otro cuento de princesas.

NO QUIEREN SER PRINCESAS

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