La encrucijada

Estamos, bueno es reconocerlo, ante una situación difícil donde hay que tomar una decisión entre múltiples opciones y opiniones. Estamos en una encrucijada y los que nos gobiernan no saben qué conducta seguir. He repasado las múltiples opiniones, las más interesadas, sobre la necesidad y oportunidad de reformar la Constitución. Si internet no miente en España hemos tenido, hasta la de 1978, media docena de Constituciones –desde “la Pepa” en 1812– y ninguna tuvo “la vida” que la vigente a la que un conocido humorista llamó “la de susto o muerte”, pues los españoles teníamos decidir con un ojo en la dictadura aún “rampando” y el proyecto que, ustedes mismos, pilotaban mayoritariamente los de antes…
Pero no se trata de mirar al pasado como de afrontar el futuro, a mi juicio y al de muchos especialistas, porque “las leyes fundamentales sirven mientras son útiles”, Jorge Trías, abogado, escritor y exdiputado del PP, quien añade que “al no querer ver la evidencia el Gobierno ha agrandado un problema, puesto que la necesaria reforma de la Ley Fundamental, debe, por un lado, reafirmar la fortaleza ¡y centralidad! del Estado y, por otro, el carácter nacional de ciertos territorios. De ahí que muchos expertos expresen sus simpatías por un federalismo asimétrico.
El profesor Meilán Gil –una autoridad en el tema y, sobre todo, un erudito que deja a un lado sus pasiones en busca de las mejores soluciones– escribió recientemente que “está por comprobar si los defectos del Estado autonómico, al que tantas críticas se le hacen, pertenecen al texto aprobado en su día o al comportamiento de los políticos”. Pero el profesor nos apunta también que con Andalucía, por un acuerdo PSOE-UCD, se aprobó una decisión que contradecía la Constitución y añade que “se rompió el consenso marginando a los nacionalistas para disolver el problema catalán”.
Al hilo de esas opiniones, y porque a mi juicio ahí está el “meollo” de la cuestión, Xose Luís Franco Grande, en un artículo titulado “Nacionalismo trasnoitado”, defiende un federalismo que garantice las minorías, que permita un pacto de igualdad y estimule, lejos de impedir, libertad, pluralidad e igualdad. Citando a De Rougemont, insiste en un sistema flexible en constante reajuste para que funcione mejor lo que deba ser autónomo. Es difícil, añade, pero sencillo. Exige lo que no hay: fineza política. Por favor, que no nos pongan otra vez ante el dilema de “susto o muerte”. Por favor, sáquennos de esta encrucijada.

La encrucijada

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