¿Hacia dónde vamos?

Nos recuerda “El Confidencial” que Dionisio Ridruejo, aquel falangista que se enfrentó al régimen de Franco, dejó escrito que “España respira apolitismo, apego a los hábitos tradicionales, temor a la mudanza, confianza en “la autoridad fuerte, autoritaria, y temerosa de las mudanzas”.
Una España roma, quietista inmóvil, que sirvió al franquismo para perpetuarse. Así aquellos 25 años de paz, escondían miseria, desigualdad, injusticias, mentiras.
Otros nos hablan de la Restauración como una época donde no pasaba nada, pero que escondía un volcán. Ahora mismo, quince meses después de las últimas elecciones la visión de nuestros gobernantes sobre la política –y su puesta en práctica– se circunscribe al mero funcionamiento de las “cosas” como si se tratara de regentar un colmado.
Ya dijo uno de aquellos siete (¿magníficos?, anda ya) que había llegado el “crepúsculo de las ideologías…”. Tal vez, repasando el pasado, se entienda el presente que hoy nos ofrecen las encuestas: el PP, pese a la corrupción que incluso le afean los suyos, continuará bendecido por los votos de siete de cada diez ciudadanos. Así pues como en la derecha la política es un estorbo y mientras siga funcionando la luz usando el interruptor –aunque sea cara y mala–, pues sirve. Y como eso Hacienda, la Justicia, la Sanidad, la Educación. Hay constancia –las encuestas lo repiten frecuentemente– de que todo eso va mal, manga por hombro, pero ¡da una pereza empezar con reformas, a pensar, a mudar las cosas!
Recordemos que este es el país donde se prefiere lo malo conocido a lo que pueda venir después y donde la política es cosa de unos pocos, como si la política no estuviera a nuestro alrededor desde que salimos de casa hasta que volvemos para despedir el día frente al televisor…
Y como a Rajoy y los suyos no les gusta la política, se emboscan en el Senado, usan de forma torticera la normas del Congreso, pues a la mínima airean las leyes presupuestarias para no mover ni una coma, dejando como espectadores a los miembros de la oposición y, en definitiva, dando pruebas de lo que eso representa: una democracia de baja calidad y así lo denuncian los encuestados, que califican mayoritariamente la situación política como mala o muy mala. Anotemos que la encuesta comentada confirma una mayoría de izquierdas o, dicho de otro modo, que el resultado final no cambia. Y, desde luego, el PP no va a cambiar. Con este panorama  ¿hacia dónde vamos…? 

¿Hacia dónde vamos?

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