¿La corrupción sale gratis?

EEs un tema recurrente cada vez que la crónica de sucesos “engorda” con una nueva historia. Desde hace poco, además, los políticos tienen que arrostrar otra derivada de la corrupción: que, recibir dinero –llamémosle sucio– y usarlo para sus campañas es delito electoral. Y con todo y con eso, y al margen de esos anuncios de “regeneración”, un día sí y otro también, alguien metió la mano –además de la pata– y a lo largo y ancho de este país los regalos suntuosos, las pruebas deportivas, las subcontratas, las autopistas, etc. tienen un cierto olor a podrido.
Pero es que en un país donde defraudar al fisco se ve como algo normal, ¿cómo se asombra alguien de la falta de escrúpulos de los que eluden el IVA? Esos, además de engañar a sus conciudadanos y al fisco, producen otro efecto demoledor: corrompen el libre mercado. Y es que si el calefactor, el que limpia cristales, el transportista, el albañil y el dentista –por recordar algunos de los ejemplos más citados–, no cobran el IVA ganan la puja, el trabajo, el encargo, de quienes trabajando dentro de la ley si lo pide.
En esos países donde nuestros gobernantes los señalan como modelo para otras tantas cosas, muchos políticos tuvieron que dimitir, unos, y, otros, renunciar a nombrar a los señalados como miembros de su administración. Aquí, en unos casos, defraudar a Hacienda es un caso de legítima defensa, pues “ellos nos engañan”, nos maltratan con sus injusticias, etc., etc., y cuando eso se extiende entre la sociedad y por ahí circulan grandes, pequeños y medianos defraudadores, se entiende mejor que la corrupción no tenga costes políticos.
La permisividad explica –por la falta de una sanción ejemplarizante– que la sociedad en general, admite –como algo conocido, ya instalado entre nosotros, inevitable– como parte de nuestro paisaje. La excusa de “eso lo hace todo el mundo” es demoledora y muestra como entre el paisanaje –pese a todas las encuestas que parecen demostrar lo contrario– el asunto endureció su piel y conciencia.
La corrupción, y más si se desarrolla dentro de las administraciones, y con otros sectores como cómplices necesarios, es una sangría para el contribuyente, en general, y de forma especial para los sectores menos favorecidos. Detrás de ella están los recortes en sanidad, educación, dependencia… en infraestructuras y un amplio etcétera. Y, mientras, Hacienda condona deuda a los grandes defraudadores, otorga amnistías y silba cuando se habla de paraísos fiscales.

¿La corrupción sale gratis?

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