EL PODER CORROMPE

Decía mi abuela que había dos clases de personas, las buenas y las malas. Actualmente, en nuestro país, hay dos clases de ciudadanos: los que afrontamos y padecemos toda clase de recortes, ajustes o sacrificios y los que se corrompen con el poder. Unos golfos y codiciosos que se entretienen buscando su propio beneficio, confundiendo las administraciones públicas con su patrimonio personal.
Cada vez más, necesitamos políticos valientes, honrados y capaces que estén dispuestos a sacrificarse por servir a la sociedad, escuchando a la gente, en vez de pensar solo en asignarse suculentos sueldos a costa del erario público. Que el poder corrompe es una realidad y hay pruebas más que suficientes. El poder de los ciudadanos radica en el deseo de querer cambiar las circunstancias y en la unión de la sociedad.
Cada vez tendría que estar más de actualidad la desobediencia civil, no violenta, que puede obligar al poder político y económico a mirar algo más que el ombligo y que entiendan que no pueden seguir gobernando para súbditos sino para hombres y mujeres libres. Hay miles de personas que se oponen a la esclavitud, a las injusticias, a las guerras, pero sin embargo no hacen nada para terminar con ello y se sientan con las manos en los bolsillos, diciendo que no saben que hacer, y no hacen nada. Así nunca van a cambiar las cosas y mucho menos el poder mantener un estado de bienestar tan necesario para conseguir la, tan deseada, justicia social

EL PODER CORROMPE

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