Indefensión, acoso e indecencia

Un marinero curtido por los golpes de mar, el sol, el fuerte viento y las temperaturas extremas de los diferentes mares y océanos del planeta. Es relativamente joven, apenas supera los cuarenta años. No sabe lo que es estar en paro. Ahora lo veo triste, apenas levanta la vista al hablar y le cuesta comentar que tiene graves dificultades para poder hacer frente a la hipoteca de su vivienda habitual. Se encuentra indefenso al adeudar tres mensualidades. Tanto pensar ya había decidido que lo prioritario es poder comer y atender, en lo básico, a sus hijos y a su esposa enferma, antes que pagar al banco.
Me comenta que ha quedado sin trabajo y está sin cobrar prestaciones por desempleo. Lo peor es la vergüenza que le produce el acoso que sufre desde la entidad financiera, que le llamen telefónicamente, cada día, para recordarle que tiene que ingresar las cuotas adeudas sino quiere que desahucien a todos los miembros de la familia, de su vivienda habitual. Algunas entidades financieras, por suerte cada vez menos, siguen con su indecencia y su falta de moralidad, pasando el código de buenas prácticas bancaria por el forro.
Le cuesta seguir hablando, pero reconoce no tener ni para comer. Hoy tendrá que ayunar de manera involuntaria. Por suerte el departamento de servicios sociales procede a facilitarle unas ayudas de emergencia. Tristemente este caso es similar al de otras muchas familias que antes de la crisis económica vivían con cierto poder adquisitivo para luego el paro, la falta de prestaciones económicas y la escasa o nula ayuda de los familiares más cercanos les llevaron a esta dramática situación.

Indefensión, acoso e indecencia

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