La travesía del progreso

Siempre me gustó como símil comparar las ciudades con barcos que navegan en travesías hacia puertos de progreso. La armonía del todo marca la velocidad para lograr mejoras en la calidad de vida de sus vecinos y los avances en su modelo de convivencia. 
Nada que ver con la desafortunada comparación de A Coruña y el Prestige que en su día realizó el ya Alcalde Ferreiro ante un nutrido grupo de invitados en esos desayunos de fuste. Entiendo que pretendía trasladar a la audiencia que, en su opinión, la ciudad iba directa al naufragio y que ya se encargaría él de evitarlo. Debería de preocuparse por la teoría de la profecía autocumplida, no vaya a terminar diciendo que tampoco es para tanto, que solo son unos hilillos.   
El progreso de las ciudades depende de complejas combinaciones de elementos que las conforman. Tienen vida propia y en su devenir nacen, crecen y pueden ser tan longevas como milenarias, aunque en no pocas ocasiones languidecen hasta desaparecer. 
Cada ciudad tiene en su puesto de mando un Gobierno municipal,  orden democrático que dirige y coordina las principales decisiones que afectarán a todos. Ha de preocuparse y ocuparse de cuestiones cotidianas que, por sobre entendidas, parece darse por supuestas. La arquitectura de la limpieza de calles y recogida de basuras, el cuidado de parques y jardines, coordinar las obras públicas, la seguridad y el orden, mantener los programas escolares,  sociales, deportivos, culturales y vecinales, hacer cumplir las ordenanzas que le proveen de fondos, que la vivienda, la luz y el agua no sean una preocupación para nadie, que el tráfico fluya y se atenga a las normas, que quien construya o emprenda respete las leyes y pague por hacer,… 
Un escalón por encima en complejidad está significar los entornos de arraigo y de sentido de pertenencia, dignificar los hitos históricos fundacionales, incidir en una nueva participación, fortalecer la sociedad civil, velar por los espacios de ocio y disfrute, impulsar ámbitos creativos y empresariales generadores de potencialidades dormidas. Todo ello debería ser fruto de la planificación estratégica que cada ciudad precisa. Hay que pensar y aplicarse en las nuevas formas de trabajo, la economía circular, la innovación disruptiva, el bienestar sostenible y la gestión del conocimiento.
Ser conforma así un todo que crece milla a milla, ensamblando y moldeando piezas viejas y nuevas hasta convertir la ciudad en referente de la enorme caravana de ciudades en la travesía, bien para seguirla, bien para evitar su rumbo.
Los elementos con potencial de A Coruña son tantos que mereceremos un puesto de mando con visión. Una fachada marítima por resolver que transformará todo, una espectacular área de desarrollo económico a crear triangulando entre Ferrol y Carballo, un Puerto interior y exterior que merece un hueco en las autopistas atlánticas sumándose al de Ferrol como uno solo. A eso le añadimos, una Universidad, una Sinfónica de aniversario, museos científicos, centros cívicos y bibliotecas por toda la ciudad, un paseo marítimo de ensueño, unos pescados y mariscos envidia de todos, ocio, gastronomía, comercio, la fiesta del fuego, nuestra heroína particular, nuestro faro y un entorno salvaje indomable. 
Tenemos el mejor barco y todo el mar, solo hace falta al mando quien sepa navegar por la travesía del progreso.
 

La travesía del progreso

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