La juventud que no es

La juventud es un atributo que puedes valorar en dos dimensiones, la temporal y la mental. La temporal no admite discusión, se es joven y punto, cuestión de edad. La mental ya es otro cantar, porque aunque generalmente ambas se asocian no siempre se acompasan. Hay jóvenes que dejaron de serlo mentalmente casi al nacer y mayores que son eternos jóvenes. 
Y en política pasa lo mismo, hay jóvenes, de edad, que pretenden colar como renovadores, pero mentalmente son antiguos en usos y costumbres, incorporando a su hacer diario artimañas de siempre, pretendiendo dar una imagen de autoritas resabiado poniendo cara de malo. 
Ser joven no significa que tus políticas sean renovadoras, que transformen en positivo la sociedad, que imprimas a tus decisiones los elementos ilusionantes que el tiempo actual precisa. Las virtudes que la juventud concede, que son muchas, no pasan necesariamente por la correcta planificación de lo público, ni por diseñar las mejores estrategias en beneficio de la colectividad, ni mucho menos por comportarse honestamente. Por más micromárketing político que generes, pagado con el talonario de todos, de nada te valdrá “vender” a toda una colectividad tu forma de entender la organización de la sociedad, si detrás de tus propuestas no hay nada, solo humo. Eso está pasando hoy en A Coruña. 
No tenemos una ciudad más dinámica, más ilusionante, más valiente por transgresora, más responsable, más solidaria, más amigable, más sostenible, más cosmopolita, más innovadora.
La ciudad le está fallando a los vecinos de Eirís y a todos los voluntarios, socios y trabajadores de Sor Eusebia, a los vecinos de la Falperra que ven cómo se aleja su centro de salud y mercado, a los cooperativistas del Ofimático. Le falla a los trabajadores de las bibliotecas municipales, de los museos científicos, de la ORA y Grúa Municipal, del servicios de ayuda a domicilio, a los placeros que sostienen los mercados municipales, al pequeño comercio, a las 70 entidades sociales, culturales y deportivas que han visto reducida la cuantía de sus convenios. 
La ciudad le falla a los que creyeron ver venir un cambio en el uso de energías alternativas, que pensaban que se cambiaría el modelo de movilidad hacia un transporte sostenible, peatonal y ciclable, a los que pensaban que un nuevo dinamismo empresarial iba a generar nuevos  empleo. La ciudad le falla a los que en campaña se creyeron que si los que están ahora mandaban trabajarían con la banca ética, cuando clamaban eufóricos desde las tribunas, entre aplausos, Sí Se Puede. Hasta hoy no pudieron, o no quisieron. Un aderezo de la juventud es la rebeldía, la capacidad de transgredir para mejorar. Aquí parece que nos tocó otro perfil de juventud, más torticera, que gusta de manipular la opinión, que las medias verdades es el terreno que domina.
Aún no se han cumplido dos años del ciclo electoral de cuatro, las elecciones fueron el 24 de mayo de 2015, pero se está haciendo largo.  Mi último desengaño por cómo se están haciendo las cosas lo viví este viernes en el Pleno Municipal, cuando Ferreiro me suelta desde el sillón de Alcalde que debería de arrepentirme por no haberle preguntado en nuestra reunión si iba a votar que sí al acuerdo alcanzado en los presupuestos. Se me cayó el alma a los pies al comprobar que nos tocó la juventud que no es.
 

La juventud que no es

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