Preguntas sin respuesta

¿Es viable el actual Estado español? ¿Existe una oligarquía de partidos en connivencia con las oligarquías financiera y económica? ¿Es independiente el Poder Judicial? ¿Funcionan los reguladores de la competencia? ¿Representan los diputados a los ciudadanos o a los partidos que los ponen en una lista? ¿Tiene sentido que una cuarta parte de la economía española sea sumergida? Tal vez haya gente que piense que estas preguntas forman parte de algún panfleto de la izquierda –a la izquierda del PSOE se entiende– o incluso del discurso de los populistas. Nada más lejos de la realidad. Esas preguntas fueron hechas por la prensa alemana de calidad al comienzo de la crisis en España, y no es eso lo peor: a estas alturas, siguen sin respuesta. Al menos sin respuesta por parte del Gobierno y de los partidos que se han alternado en el poder, el PSOE y el PP.
Resulta cuando preocupante que temas de ese calado se vean –y se denuncien desde fuera de España–, mientras aquí la agenda política se embarulla de tal manera que poco o nada se ha avanzado en ese tipo de asuntos, alguno de los cuales, como el de la economía sumergida, tiene algo que ver con la ausencia de un modelo productivo alternativo al inmenso vacío que dejó la caída del ladrillo.
España sigue sin plantear en sus instituciones la viabilidad de su actual Estado. Tampoco se quiere poner fin a una oligarquía de partidos en connivencia con las oligarquías financiera y económica; la crisis ha extendido ese problema a buena parte de la prensa influyente y el sector de la comunicación. Tampoco se ha legislado para garantizar un PoderJjudicial independiente. No funcionan los reguladores de la competencia porque están sometidos al Gobierno, de modo que su papel es formal. No sucede lo que es habitual en los países anglosajones con ese tipo de instituciones. Salta a la vista que los diputados no representan a los ciudadanos sino más bien a los partidos que los ponen en las listas. Tanto es así que los ciudadanos votan sin conocer a quiénes eligen, ya que estos se cobijan bajo la figura de su líder. Y, por último, parece elemental reconocer que carece de sentido que una cuarta parte de la economía española sea sumergida.
Si la prensa alemana vuelve a mirar a España, lejos de dar por resueltas sus preguntas, va a tener que ampliarlas. Es lo que hay y, visto lo visto, tampoco parece que pase nada. Será que la prensa alemana es rara para un país como España...