El buen talante

El clima sosegado y respetuoso que los líderes políticos crearon en el Parlamento en la sesión de investidura y posterior toma de posesión del presidente de la Xunta permite concluir que “el buen talante” que popularizó el profesor Aranguren se instaló en la Cámara al comienzo de la legislatura.
Ese clima alejado de los malos modos es compatible con el ejercicio del gobierno y de la oposición de cada uno de los grupos en el trabajo político que le asignaron las urnas. Lo contrario, las descalificaciones o las réplicas destempladas crispan el ambiente y son una perversión que no cabe en un recinto al que van a contrastar opiniones hablando y, aún en la discrepancia, “hablando se entiende la gente”.
Dos muestras significativas del nuevo ambiente. La primera fue la oferta del candidato Feijóo al diálogo, a la negociación y a la cooperación, con algún requiebro al portavoz Leiceaga. Su oferta tiene más valor por el hecho de que, teniendo escaños de sobra, rechaza la tentación de gobernar con la arrogancia de la mayoría absoluta.
El segundo gesto lo protagonizaron los líderes de la oposición que, discrepando legítimamente de optimismo oficial, renunciaron a implantar en Galicia el “cordón sanitario” del Tinell que excluía a los populares de cualquier negociación y pacto. El líder socialista, que tiene más tablas que sus colegas de la oposición y que muchos conmilitones de Madrid, se alejó del “no es no” y anunció una oposición “seria, constructiva y leal” que conlleva disposición a encontrarse con el PP en asuntos importantes para el país.
Ahora, toca gobernar, que es buscar y decidir lo mejor para el país, y toca ejercer la oposición presentándose como alternativa. Galicia no es el paraíso que a veces vende el Gobierno, ni el país tan pobre y triste como describe la oposición. Tiene desequilibrios y problemas de enorme complejidad: envejecimiento de la población, patrón de crecimiento, paro, pensiones y salarios precarios, mucha desigualdad, la emigración de los jóvenes…, cuya corrección necesita de la incorporación de las ideas de todos desde todas las posiciones ideológicas.
Pero hay dudas razonables de que el buen talante perdure y se materialice en una confluencia de propuestas en beneficio de Galicia. Depende de ellos que en este cambio de época, con tantos nubarrones en el horizonte, deberían saber que “dialogar y acordar” no es una opción. Es una necesidad para la estabilidad y el progreso del país.

El buen talante

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