RALLYES, DEPORTE DE RIESGO Y DE MASAS

Hace más de tres décadas que  dejé de escribir sobre el mundo del motor. Tengo que reconocer que este tipo de periodismo fue el que me llevó a abrazar esta profesión hace casi medio siglo. Mis primeros contactos con la información de la competición automivilística  datan  de  década de los años sesenta con mis intervenciones ante los micrófonos radiofónicos y mis crónicas en la prensa escrita. 
Hoy, por desgracia, tengo que volver a recordar lo que ocurrió en aquellas épocas cuando tomé una de las decisiones más duras en mi vida como periodista: escribir mis últimas crónicas sobre un rally. Una decisión muy pensada sobre mi máquina portátil Olivetti en una habitación de un hotel. Cuando regresé del rally, que se había suspendido, le dije a mi mujer, que me había acompañado junto a mi hija de pocos meses: “Voy a escribir mi última crónica” Ella me preguntó, ¿qué pasó? Y se lo expliqué. Yo tenía la costumbre de recorrer  los tramos en sentido inverso. De este modo me daba cuenta de los mejores lugares para las fotografías y para hacer las retransmisiones radiofónicas en directo. Al llegar a la meta de salida comenté con miembros de la organización que había una zona en la que no se respetaban las mínimas medidas de seguridad. Que había demasiada gente y que aquello podría ser un gran peligro. No se me hizo caso. Y, por desgracia, hubo que lamentar el fallecimiento de un  espectador. 
Lo ocurrido en Carral me ha hecho revivir aquellas épocas. Sigo opinando lo mismo. Las pruebas se llevan a lugares demasiado concurridos y pasan muy cerca de urbes más o menos grandes. Por encima se utiliza el sistema de bucles. O sea, que una misma prueba se repite tres o cuatro veces. Con ello lo único que  se consigue es que en cada nueva pasada se unan nuevos espectadores, y los otros esperando como si de una romería campestre se tratase. Unos y otros no saben a lo que se pueden enfrentar, ni la peligrosidad que tienen estos vehículos tan potentes a velocidades muy altas por carreteras mal asfaltadas o en pésimas condiciones. Se lleva demasiado tiempo jugando con la  seguridad. Recuerdo que cuando montamos los campeonatos de Galicia de Rallyes y Montaña, con Lalao Reverter al que convencí para ello, ya nos planteábamos como tema prioritario la seguridad. El que fuera alma máter del automovilismo gallego y uno de los grandes puntales del nacional, cuando se ponía al frente del rallye de Ourense solía retirar a la gente de los lugares peligrosos o que pudieran serlo en un momento determinado. No olvidemos que el automovilismo ese un deporte de masas en el que una gran mayoría de los que acuden a verlo son  desconocedores de los riesgos que pueden correr con una ubicación inadecuada.
Lo ocurrido el pasado fin de semana me vuelve a hacer sangrar el corazón de periodista del mundo del motor. Han pasado varias décadas pero sigo opinando lo mismo. Si no hay seguridad, y no suele haberla, con miles de personas apostadas en las cunetas, arcenes y en lugares más peligrosos, lo mejor es suspender la prueba. Algo que yo pedí hace más de treinta años y no me hicieron caso.

RALLYES, DEPORTE DE RIESGO Y DE MASAS

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