Ni olímpico, ni deportista

No concibo a un deportista utilizando sustancias prohibidas para conseguir un mejor rendimiento, o  usando artimañas marrulleras para debilitar la mente y el cuerpo de su contrario. No lo concibo porque se lo que cuesta alcanzar un sueño en forma de actividad deportiva  jugando con todas las cartas sobre las mesa y no con algunas marcadas en forma de métodos o sistemas ilegales.
El pasado domingo cuando el sol se ponía entre la niebla gallega de las Rías Baixas sentí una sensación de impotencia desde el otro lado del televisor con lo que le estaba pasando a Rafael Nadal, nuestro mejor tenista de todos los tiempos y el mejor deportista de la historia de España.
A la mala educación del público, que confundió las gradas del tenis con las del fútbol, se añadió el mal perder y la poca deportividad demostrada por un japonés que juega al tenis, llamado Kei Nishikori, que además de buscar irritar a Rafael Nadal lazándole pelotas contra el cuerpo –llegué a contar más de media docena–, intentó todo tipo de subterfugios que culminó con una especie de “diarrea” mental, no la fisiológica, marchándose al vestuario sin causa justificada para buscar única y exclusivamente romper el ritmo al tenista español, cuando era consciente de que las cosas se le ponían muy difíciles para  colgarse del cuello una medalla de bronce que no se merece, ni como tenista profesional ni como olímpico. 
No es merecedor porque en él primó más el resultado final, la medalla, que cumplir con el objetivo del Olimpismo que es mostrar cómo el deporte puede hacer que todos seamos mejores ciudadanos mediante la combinación de la mente, el cuerpo y el espíritu. Un movimiento deportivo creado hace más de 120 años por Pierre de Coubertin.
Insisto, el nipón que juega al tenis ni  es olímpico ni deportista. Lo peor es que esa falta de deportividad demostrada en la cancha tuvo como cómplices a los jueces de silla y de pista del partido. 
No olvidemos que estos señores uniformados, a los que mostró sus quejas deportivas Rafael Nadal, están metidos en la rueda, en la espiral del tenis profesional y presuntamente  no quisieron complicarse la vida para seguir perteneciendo al grupo elitista de los que ganan muchos miles de dólares ejerciendo de jueces tenísticos,  y en este caso también como parte de un conflicto que se debió de resolver con el  reglamento en la mano.
En el deporte no todo vale y mucho menos cuando de por medio están los cinco anillos olímpicos. Como deportista que fui en mi época infantil y juvenil creo que el tenista japonés no es merecedor de colgarse la medalla. 
No le voy a pedir que se haga el harakiri, pero sí que la vergüenza  de deportista le salga por sus mejillas. Para mí no tienes valor como deportista, eres un marrullero al que todo vale.

Ni olímpico, ni deportista

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