CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE

No recuerdo ni quien la cantaba, ni quien era su autor. Lo único que si recuerdo es que  en los guateques de mi época sonaba con asiduidad una canción que hacía referencia a que cuando llegase septiembre todo sería maravilloso... Seguro, querido lector, que se estará preguntando por qué traigo a colación en mi artículo semanal el título de la canción. Muy sencillo. Porque con la lenta desaparición de los calores y la brisa que nos acerca al otoño, los políticos, después de disfrutar de un buen período vacacional con el dinero de todos los españoles, tendrán que tomar decisiones de gran importancia para el futuro de nuestro país, que ahora se están dejando correr sin que nadie, del ejecutivo o del legislativo, intente buscar soluciones en forma de diálogo, consenso o negociación.  
Por si no lo sabían, los políticos, pese a los graves problemas económicos, echan el cierre y disfrutan de unas jornadas de asueto, algo que no pueden hacer los millones de personas que lo están pasando mal por la pérdida de sus puestos de trabajo y por comenzar una carrera, de fondo y sin fin, de entrega de currículos y visitas a oficinas de empleo donde nada tienen para ellos.
La profesión de político es más que rentable. Casi me atrevería a decir que para muchos de ellos un auténtico chollo goloso  y apetecible. Si no fuera así no se entendería que cuando se confeccionan las listas electorales se abran o  se desenfunden navajas  en señal  de protección de un puesto de salida en la candidatura. El trabajo lo hacen siempre sentados. Con agradable calor en el invierno y aire acondicionado en el verano. Los viajes van por cuenta del erario público, lo mismo que las dietas, salarios, asistencias y trienios consolidados en su trabajo anterior. Las jornadas horarias no son largas, si exceptuamos los tediosos plenos donde se aprueban los presupuestos , o el Estado de la Nación.
Para ser político y seguir creciendo en esta profesión reservada para tan pocos hay unas premisas fundamentales: caerle bien al jefe, ser ocurrente con el jefe, preparar temas que pueda utilizar el jefe y, por supuesto, no acordarse tanto de los ciudadanos que les otorgaron sus votos en listas cerradas. En una palabra, vivir más pendiente de agradar el jefe que a los ciudadanos. Muchos de ellos a sus condiciones políticas añaden también los conocimientos, largos y extensos, en el campo de la adulación.
Me doy cuenta de que hablando de los políticos me he desviado, muy intencionadamente, del título de mi artículo. Tan solo dejaré sobre el papel impreso algunos recuerdos: reformas laboral y fiscal; separatismo catalán; listas del paro; reforma Constitucional; ley del aborto; las nuevas normas   reguladoras  jurídicas; ley Electoral (que gobierne la lista más votada), o los problemas sanitarios. Estos son algunos de los deberes que les pongo para ¡Cuando llegue septiembre…¡

CUANDO LLEGUE SEPTIEMBRE

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