Caballo perdedor

Comenzaré por decir que tengo bastantes amigos y conocidos socialistas, así como compañeros de profesión que militan en esa fuerza política. Comparto con ellos opiniones, debates y controversias aunque rara vez las asumo cuando se trata de ideario militante. He dicho en infinidad de ocasiones que mi posible militancia o pertenencia a un partido es incompatible con mi condición de periodista. Nunca militaré mientras que ejerza esta profesión. Y como pienso trabajar en esto de juntar letras hasta que pueda hacerlo, lo veo imposible. 
Hago estas consideraciones para que no haya malas interpretaciones, porque me voy a referir a los socialistas, en general, y, muy en particular, a Pedro Sánchez. Me entero de su dimisión, por otra parte esperada hacía algún tiempo, en tierras del Reino Unido. Informativos televisivos y medios impresos se hicieron eco de esa especie de circo romano en que se convirtió el Comité Federal socialista del pasado fin de semana.
Hace bastante tiempo que en mis comentarios dije que el exsecretario general del PSOE Pedro Sánchez navegaba en unas aguas muy procelosas, sin rumbo fijo, dando bandazos, con demasiado ego y personalismo presidencial y que tenía todos los boletos para ser un caballo perdedor. El pronóstico era sencillo profundizando un poco en el personaje, y el tiempo me dió la razón.
Insisto en que Pedro Sánchez se creyó en demasía su triunfo en las primarias socialistas, pensando que tenía una amplia patente de mando, cuando los que en verdad mandan en el partido sabían que era una victoria pírrica a la espera de lo que hiciera la lideresa socialista de Andalucía. 
Este socialista de nuevo cuño, que cuando ganó las primarias repartía currículos buscando trabajo fuera de la política, jugó demasiado con fuego y se acabó quemando. No se puede querer gobernar un país con 85 diputados y arropándose en los podemitas, independentistas, separatistas y ese largo rosario de fuerzas que forman un puzle muy difícil de encajar. Tengo la impresión de que Pedro Sánchez se llegó a creer en algún momento que se sentaría a presidir los Consejos de Ministros y tendría habitaciones en la Moncloa. Clara ingenuidad de un novato que toca con la punta de los dedos el poder y no sabe cómo agarrarlo.
No me gusta hacer leña del árbol caído. Pedro Sánchez es un caballo perdedor que se desbocó oyendo cantos de sirena, los que él quería oír, de sus más próximos que fueron muy culpables de su gran fracaso político. Para volver a ser caballo en línea de salida le hace falta más visión política, menos personalismo, más flexibilidad de cintura, menos “que parte del “no” no ha entendido”, y, sobre todo, más humildad y menos resentimiento.

Caballo perdedor

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