Autopista del Atlántico: una ratonera

La que ahora conocemos como autopista del Atlántico, AP 9 de pago, tiene una larga historia de más de 35 años de conflictos, sinsabores, decisiones políticas erróneas y grandes sufrimientos para los usuarios. Es esa ruta que cruzando  desde el norte al sur de Galicia se hizo con retales –nunca mejor aplicada la expresión– de kilómetros de firme negro a golpe de tramos distantes en el tiempo y con decisiones políticas muy negativas, suspensiones y reanudaciones de obras, que los mortales que vivimos en esta tierra nunca llegamos a entender.
En mi condición de contador de historias y vivencias diarias en forma de noticias, he sido testigo de casi todo en lo que a la AP-9 se refiere. La he visto crecer al mismo tiempo que lo hacía mi hija. Los tramos de carretera de doble y triple carril surgieron con grandes devaneos muy al estilo Penélope: tejiendo de día (en forma de decisiones) y destejiendo de noche (paralizando lo que se había aprobado). Ha sido como la larga historia inacabada. De aquellos polvos –la falta de agallas de los políticos de turno– tenemos los lodos que ahora sufrimos los que a diario tenemos que utilizar alguno de sus tramos, previo pago bastante caro. Los sufridos usuarios cada día nos encontramos con alguna sorpresa: cierre de cabinas, pagos solo con tarjeta, el telepeaje que no funciona y te enteras cuando estás ya encima de él, las largas colas para pagar y el firme que en muchos tramos, además de estar parcheado o remendado, es como una montaña rusa.
Algo que en los últimos tiempos se acrecienta cuando llegan los calores y los conductores pueden sentir el placer de largas colas con más de 30 grados dentro del automóvil, para pagar un servicio más que deficitario. Como casi siempre los que más ganan haciendo amigos, porque la autopista dio muchos, pero que muchos, beneficios, siguen animando a los foráneos para que vengan a conocer nuestra tierra, y tarden más del doble de tiempo en recorrer los tramos que si lo hicieran por las carreteras nacionales.
Los gobernantes –Ministerio de Fomento y Xunta de Galicia – tienen que adoptar decisiones políticas. La AP-9 no puede volver a ser noticia de primera página, de apertura de los telediarios y de información en grandes reportajes a nivel nacional, porque no hubo el suficiente coraje y arrojo político para enfrentarse a nacionalistas bloqueiros e independentistas que hacían más ruido que producir nueces.
La ratonera en que se ha convertido la AP-9 para miles de conductores, que pagan muy a desgana su peaje  no puede seguir siendo un sufrimiento diario. Invito a la señora Pastor y al señor Feijóo a que actúen con firmeza. A que nos les tiemble la mano de la decisión política. Lo de la otra mejilla y la resignación no lo entiende todo el mundo, y mucho menos cuando el dinero anda de por medio…

Autopista del Atlántico: una ratonera

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