Tiempo envasado

Tengo en las manos el calendario municipal 2016. Más que en otras ocasiones sus fotografías en color están dedicadas al mar. Bien por un sentido o por el contrario. La Coruña es un don del mar y así lo manifiesta aunque se vaya alejando por consecuencia del nuevo Puerto Exterior, que arrastra consigo a la refinería de petróleos. Si echamos una ojeada a la colección de vistas –autores múltiples, convocados libremente– vemos nuestro cielo volcándose en el mar, lejos del espejo cóncavo por donde corretean nubes con disfraz de olas.
Copas a pie de página. El barco se hace pequeño cuando se adentra en el gran puerto de los ártabros. Una sacerdotisa celta –pura casta diva– sala por un lateral para que la Callas inmortalice “Norma”, de Bellini. O el marinero que sobre un manchado mostrador muestra su tatuaje de amor contrariado. Plaza nocturna de surfistas, rosa de los vientos, exhibición de aviones, senderismo en la Torre que dice adiós al gigantesco trasatlántico, cañón como atalaya en el monte de San Pedro, el fuego druida de San Xoán, travesía de San Amero, playa de Riazor, completan el álbum reproducciones del Obelisco, las fiestas de María Pita, el paseo del Parrote, el parque de Santa Margarita y el palacio municipal.
Después –sepia gris de tiempo ido– lugares típicos urbanos correspondientes a los años 1905, 1907, 1910, 1915, 1923 y 1930. Rincones inundados. Catedrales sumergidas. Ánimas de ahogados. Caracolas que resuenan en la niebla. Horizontes atlánticos con acento francés. Y es que en nuestra urbe siempre reinan la alegría y el buen humor. Lo importante es entrar de noche para alcanzar el cielo de día. Perfidia ante el espejo respondón que muestra siempre una verdad que nunca aceptamos... Con esta publicación, el Ayuntamiento mantiene y supera las mejores cotas conquistadas otros años. 

Tiempo envasado

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