Retrato fallido

Anda muy alterado el cotarro. Demasiada agitación tras años de bonanza vividos gracias al imperio de una democracia tan aguardada como real. Ahora, algunos intentan romper el texto constitucional tirándolo a la basura sin atender sus mecanismos jurídicos o derogación que nos dimos los españoles en 1978. Pese a ello el cinismo salta por doquier y los sinvergüenzas aparecen dispuestos a cambiar de rol y ofrecer otros principios si no aceptan los iniciales. Menos mal que todavía anda por ahí Carlos Secondant, barón de Montesquieu, como reserva espiritual del equilibrio de poderes y salvaguarda de tiranías.
Porque a mí me asustan los antisistemas y cuantos bloqueros mareantes pugnan por redimir las patrias esclavizadas. Así no hay manumisión que valga y si preocupan unos cuantos ácratas reunidos dado que, despojados de su cobardía, son capaces de enfrentarse a todo. No olvidemos que la vida es una narración donde somos protagonistas, pues ya definían los clásicos el hombre como medida de todas las cosas que debe actuar al unísono como adulto, mujer y niño.  Por eso urge tanto encontrar el ideal ético de los hombres políticos que nos representan. Después no conviene olvidar que el hombre es una máquina de romper juguetes. ¿Cruel lobo para su congéneres o bueno por naturaleza?
Ciudadano del mundo. Revestido de majestad. Cauce por donde discurre nuestra conducta sin que rechine en las orillas la iniquidad. Repaso políticos emergentes y echo mano de “La ópera de perra gorda”, de Brecht, que analiza la duplicidad existente en la sociedad capitalista. Al igual que otros salta en la memoria el personaje contradictorio del policía Brown: individuo particular y funcionario. Sobrevivimos gracias a estos funcionarios coletudos y bien organizados mientras arengan mitines y cogen la sartén por el mango y el mango también.  

Retrato fallido

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