LA RESACA DE LA PÚRPURA

Con esto de la política local todo el mundo anda cabreado. Bien porque le echen abajo una propuesta de crédito, bien porque las descalificaciones mutuas sean constantes, bien porque no todo el monte es orégano y, muy al contrario, donde debiera imponerse la mesura, ponderación y equilibrio, los debates saltan por los aires hechos añicos. 
El salón de sesiones se torna campo de batalla donde dialécticamente unos a otros golpean sin piedad. Momento reflexivo para que Xulio Ferreiro –vencedor de las elecciones y posteriores pactos– alcance madurez estelar olvidando que la fortuna no es eterna. Así no sólo le reprochan pareceres –él que está investido de potestas y autocríticas– sino que incluso le critican que coja un par de días para disfrutar vacaciones. 
A lo peor está arrepentido del suicidio político donde le llevaron sus mareas ideológicas en el sueño de aquel marxismo que adoraba a Lenin y reverenciaba la liberación de los planes quinquenales de Stalin que crearían un edén sobre la tierra. ¿Vale lo suficiente la vida para encerrarnos en el culto a la personalidad? ¿O el suicidio totalitario se busca como salida desesperada de depresiones, obsesiones y complejos de culpa? Sin duda el pánico tiene mucho que decir en los trastornos de las creencias. Nos lo aclara José Luis Gallero en “Antología de poetas suicidas (1770-1985)” ofreciéndonos ejemplos para todos los gustos. Sin embargo, no conviene olvidar que la puerta de la destrucción propia abre también acceso a la vida. Como el grito de Dostowieski ante el pelotón de ejecución al conmutarle la pena capital por cinco años en Siberia. Sensibilidad, fracaso, acierto. 
¿Contradicciones del alma? O tesitura de ópera que acaso haga recapacitar a nuestro primer regidor municipal si ha valido la pena, pues vivía tan ricamente su intimidad y ahora tiene que compartirla y además la púrpura pesa un montón. Es obligado servir a todos los vecinos sin distinción. 

LA RESACA DE LA PÚRPURA

Te puede interesar