Punta Langosteira, vellocino coruñés

La capacidad de nuestro puerto exterior rebasa las previsiones más halagüeñas. El primer semestre sumó beneficios por importe de doscientos mil euros y el nuevo contradique de la la dársena exterior dispara las operaciones de carga y descarga hasta límites insospechados. La Autoridad Portuaria preveía perder dos millones y medio de euros (fijando cinco años para recoger ganancias) y hoy, afortunadamente, ya redoblan campanas de alegres monedas en la caja de la institución. Otra vez los pusilánimes y profetas del no han quedado con el culo al aire y sin papel higiénico donde limpiarse. Nuestros enemigos del alma –demonios del sur y tierra adentro; timoratos políticos y técnicos asustados para emprender obras colosales, junto a ociosos robaperas partidarios de subvenciones y ayudas sin pegar golpe– han visto frustradas sus envidias por su ineptitud para fundar y hacer operativa una obra singular.
Es el imperativo aceptado en su día por el alcalde Paco Vázquez Jasón y sus argonautas para ensanchar los límites y riquezas del término municipal. También el compromiso de conquistar el vellón del carnero de oro solicitado por una inquieta Marineda y así recuperar el sueño. Decisivo navío Argos construido por Enrique Losada, presidente de la Autoridad Portuaria. Cincuenta remos datados con tabla parlante. Barco raudo y ligero que los héroes incluso podían transportar a cuestas por espacio de doce jornadas. Autoridades, técnicos, representantes políticos se han fundido en esfuerzo solidario. Vientos favorables. Arpa pulsando sus cuerdas con melodías que subyugaban la obras bien hecha.
Tiempos y generaciones. No hay atajo sin trabajo. Tras años aciagos, La Coruña ha tirado al mar las llaves de la inconsciencia y la inoperancia. Busca en el mérito individual y afán colectivo sus nuevos horizontes cada vez más lejanos. Hemos aprendido a aportar realidades tan excelentes como el vellocino del Puerto Exterior.

Punta Langosteira, vellocino coruñés

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