EL PRINCIPIO Y EL FINAL

Una entrañable y erudita amiga nos remite –a mi santa y a mí– las memorias del escritor comunista Iliá Ehrenburg “Gente, años, vida”, publicada este año en España por Acantilado. El autor corresponsal de Izvestia en París, defensor de Stalin –”capitán que permanece junto al timón...”– y después crítico del bolchevismo. También historiador preciso y minucioso que describe y hace comprender el convulso siglo XX.
Dos mil páginas de apretada tipografía. Doctas e interesantes. Recomendación afectuosa de leer la obra utilizando atril al objeto de no perecer en el intento asfixiado, sin fuerzas ni voluntad, ante semejantes predicaciones laicas con liturgia de templo ateo. Reflexiones huidas de otros envidiados autores rusos. No existen ratos pausados, arces ni sillones donde dialogamos con los colegas. “El tiempo se ha provisto de un motor de gran cilindrada”. Y no se le puede parar para examinarlo. Únicamente contemplar la luz acelerada de sus faros o ser arrollado por ruedas sin alma ni amor que ni siquiera son suyas.
Cambios. Sobresaltos. Ver blanco lo que ayer era negro y viceversa. Una propuesta de apertura al libre albedrío entre la aversión y el afecto. Que hace del amor con mayúsculas el principio y el final; pues no hay amor de uno, sólo hay amor de todos. La oración castrense a los caídos propaga el eco católico. La muerte no es final de camino ya que mientras lloramos al hermano querido él ya ha encontrado la luz...
Unos y otros apilamos vivencias. Con ellas construimos un gran edificio de recuerdos. Tal consideración nos atormenta, porque el mundo es un regalo a todos y los capitostes mundiales lo creen propiedad suya y aunque se reúnen mil veces son incapaces de aprobar una política cuerda para salvar un orbe que estamos obligados a preservar del cambio climático a nuevas generaciones.

EL PRINCIPIO Y EL FINAL

Te puede interesar