Los podemonios

Aseguran que los profetas siempre preceden el camino de los historiadores. Tal debe ser porque iban contra la “casta” y resultaron casposos aprovechados gracias al imperio de su “democracia real”. Se creían ángeles redentores del mundo y resultaron maldicentes tuiteros remitiendo mensajes a los cuatro vientos, actuando en platós de televisiones amigas, cobrando dineros ajenos o irrumpiendo en zonas peatonales para demostrar que la calle era suya. La galería de estos populistas descamisados revela fichas mordaces para comprobación del pueblo ingenuo y atónito que creyó asistir al retablo de la maravillas o no se atrevió a confesar que el sultán desfilaba en calzoncillos. 
Ahí va la lista: Pablo Iglesias-cien mil euros cobrados y no explicados de la televisión iraní; Juan Carlos Monedero-425.000 euros del ala por asesorar a chavistas-; Pablo Echenique, valiéndose de los sudores de un negro sin contrato ni Seguridad Social; Iñigo Errejón, inhabilitado en la Universidad de Málaga por un estudio irregular; Tania  Sánchez, que votó a favor de contratar a su hermano en Rivas, y ahora, para mayor vergüenza, el senador de Podemos Ramón Espinar por adquirir una vivienda social y, sin ocuparla, venderla con un pelotazo de 19.000 euros y su padre por medio por haber gastado 178.000 euros de una tarjeta “ black” mientras fue consejero de Caja Madrid.
Dios los da y ellos se juntan. Transforman los hechos individuales en colectivos. No olvidemos que la revolución, conforme patrocinan estos apóstoles, es un crimen multiplicado. Recuerdan a Piotr Verjovenskii, personajes de Dostowiesqui, que aspiraba a derribar un régimen y hacerse con el poder absoluto. Por eso inmolan al estudiante Schátov-todo amor y ternura-frente al odio despiadado de los nihilistas. Otra vez San Petersburgo-España-en la encrucijada enfrentándose a los negadores absolutos del Estado… “En las tinieblas, Señor, nos hemos extraviado” (Puschkin) que conecta con San Lucas: “Y salidos los demonios del cuerpo, entraron en los puercos; y el hato se arrojó desde un despeñadero al lago”.
 

Los podemonios

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