PASAR PÁGINA

En “Letanía” Fernández Ardavín nos advierte de que al final del camino veremos nuestra calavera en las manos afiladas de un trapense o agustino… Somos tipos contingentes y el futuro aparece regido por la duda. Lo eventual aguarda en salto de mata para sorprendernos. Cara a la nación española todo pudiera ser posible. Con Ejecutivo en funciones la gobernanza semeja más ecuación logarítmica que posibilidad real de alcanzar puerto de refugio. Rajoy, enrocado en su laberinto. Pedro y Pablo, discutiendo por lentejas cuando uno parecía piedra fundamental y el otro apóstol de gentiles que nos liberaría de castas y entregaría al mundo idílico propugnado por el profeta Albert Rivera. 
Mientras, los catalanes con sus exigencias secesionistas, los vascos intentando que otros le agitan el árbol para recoger las nueces. Partidos en horas bajas. Sindicatos venidos a menos. Caos. Depresión. Anemia que no acertamos a sacudirnos. El país es casa de Tócame Roque. Asentado sobre arenas picarescas. Turbulento campo de Agramante donde cada uno atiende lo suyo sin preocuparse por los demás. En manos de mequetrefes cuando se necesitan hombres de Estado. Honrados. Trabajadores que nos metan en cintura enganchados hacia un ilusionante destino común. Ahora, que celebramos el 400 aniversario de la muerte de Cervantes, no estaría de más que nuestros hombres públicos y mediopensionistas echasen un vistazo a las lecciones y consejos de Don Quijote para gobernar.
La prosperidad empieza nunca. Hay que merecerla con sacrificio, trabajo y tesón. Útiles necesarios de crecimiento. Menos dogmatismos. Menos soberbias. Espíritu de servicio y no de mangancia como si las instituciones fuesen nuestra finca particular. Somos una gran nación. El secreto radica en nosotros mismos. Todos exigentes en la entrega. Olvidemos rencillas personales, apetencias de partido y pasemos página recordando que solo vale pensar únicamente en España.

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