PASA LA VIDA

He sido, soy y espero seguir siendo hombre afortunado. No solo por los años vividos sino por la suerte de quienes han compartido viaje conmigo. Es un auténtico gozo haber encontrado tanta nobleza en mi peregrinar. Tipos que siempre me echaron una mano por hacerme feliz. Y ahora, en el ocaso, cuando las sombras crecen, la fortaleza disminuye y los achaques son pan de cada día, he encontrado el desiderátum de la delicadeza. Criaturas, mujeres y hombres, que te reciben en el Orzán, distribuyen sus utensilios playeros y disponen su uso inmediato. Así el ágora doméstica lanza trinos de ruiseñor. Platón “manolea” desde su tribuna y entabla diálogos sobre la belleza, el amor, la justicia, la equidad. Piadosa dialéctica enriquecedora como expresión libre de una relación entre lo que es siempre y jamás deviene y lo que deviene siempre y jamás es.
Pasa la vida. Caracolas de nácar escuchan esperanzas de horizontes sin mácula: días redondos y soleados, temperatura ideal, ausencia de lluvias y viento frescachón. Baños templados de cordialidad y alegría colectiva. Donde ayudan sin suplicarlo y rompen el mito griego de la caverna. Esencias y formas sin trastienda. Con paciencia para compartir nuestro mar frío. Salpicaduras de agua, remojando la cabeza, cara, brazos y piernas... ¡Qué lejos estamos de Sartre hablando de la pasión del hombre como inversa a la de Cristo, pues el hombre se pierde en tanto que hombre para que pueblen santos ángeles las playas coruñesas!
¿Serán semejantes contertulios playeros ese zureo de ideas que nos motivan, miman y cuidan? Abstracciones que identificamos en la elegancia de Chelo, la serenidad cariñosa y equilibrada de Pili, la fortaleza apasionada de Manuel, la cordialidad de Ángeles y un largo etcétera de almas dadivosas que nos regalan los tesoros de su firme amistad.

PASA LA VIDA

Te puede interesar