EL ORÁCULO DEL DEPOR

Constantino Fernández, Tino para sus admiradores y amigos, es el poeta del Depor. En él confluyen la épica de esfuerzos redoblados –empatar en Barcelona y evitar el descenso– con la emoción lírica de lágrimas que saludan la mejor liga del mundo mundial. El espacio puede rehacerse volviendo a la posición primitiva, pero las horas huidas nada puede rescatarlas, salvo nuestro presi, taumaturgo empresario, que nos ha devuelto la alegría de vivir futbolera en las más adversas circunstancias: con curso de acreedores, Hacienda por medio, equipo roto y anoréxico, entrenador por las nubes y desquiciado hasta el nuevo ángel...
Este singular regidor y su equipo de apóstoles, renunciando a sueldos y llenos de esperanza, olvidaron ocios, sacrificándose por la obra salvadora. Caminar el infierno cuando se habían disfrutado paraísos jamás soñados y las cuentas no tenían cortapisas ni controles. Sin embargo, Tino, aunque parezca adusto, serio, reservón y distante, tiene duende y empatía para dirigir los destinos del club.
Participa en las realidades de otros. Y así como el oráculo de Delfos contribuyó a formar la unidad griega, Tino se ha convertido –”conócete a ti mismo”– en oráculo de Riazor y héroe de la unidad deportivista. Prudencia, ambigüedad y madurez son su armas dialécticas. Sabe el terreno que pisa y a donde va. (Si para muestra basta un botón ahí están las cuentas anuales contrastadas, públicas y con superávit).
Nuestro primer socio pone un “bien” a su gestión. Peca de tacaño. Merece bastante más. Encarna esa escultura, “El pensador”, que Rodin quería poner en su puerta del infierno. Concentrado, caviloso, meditabundo. Al tiempo que piensa recuerdas los múltiples desaguisados cometidos por otros. El camino es difícil y peligroso, pero es preciso llegar sin prisas, pero sin pausas. En la escultura acecha el mundo exterior; no obstante, Tino se sabe lleno de fe y tesón para dominar ese mundo real y vivo. 

EL ORÁCULO DEL DEPOR

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