EL NUDO GORDIANO

La trágica efeméride del avión estrellado adrede contra los Alpes por el piloto suicida Andreas Lubitz, línea Barcelona-Dusseldorf, ha puesto otra vez en tela de juicio si debe reservarse o no el secreto médico para los aviadores… Pese a ello, la serie es infinita, pues podríamos extenderla a capitanes de grandes trasatlánticos y otros barcos, conductores de autobuses, maquinistas de trenes, etc. etc. Cuestiones de relativismo moral o de materialismo sociológico. Un dilema, pues, abierto en canal para uso de tertulianos, periodistas, estudiosos y gentes que intentam hacer felices a sus congéneres.
Mis recuerdos me llevan al entrañable médico de cabecera familiar, don Enrique Hervada, piedra angular fundacional de una notable dinastía de ilustres galenos coruñeses. Tenía un ojo clínico envidiable y sus investigaciones sobre la tuberculosis –entonces plaga del mundo– merecían todos los aplausos. No necesitaba ascultarte o examinarte para saber el mal que padecías, aun cuando después comprobaba su primera certeza. 
A mí, en la enorme sala de espera de su consulta, primeros números impares de la calle Real, entre reproducciones de cuadros famosos e ilustraciones científicas, me impresionaba un mosaico de azulejos donde se leía: “Secreto de la consulta médica. Mi boca no dará a conocer lo que mis ojos hayan visto, mis oídos escuchado o mi inteligencia percibido. Hipócrates de Cos”.
¿Cómo resolvemos el dilema? ¿Cortando el nudo gordiano para que los burgueses y los progresistas serenen sus conciencias por ser decisión mayoritaria? ¿Deben correr nuestras miserias mundo adelante para que además de las historias clínicas se voceen al exterior? Nos movemos en el filo de la navaja. Lo correcto o incorrecto. El derecho a abortar o la libertad de vivir. La eutanasia o la entereza. Lo ético y lo amoral.

EL NUDO GORDIANO

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