LA NORIA FAMILIAR

Soy antropófago de libros. Cualquiera me sirve. Caníbal en estado puro, presto a devorar cuanto me echen encima. Estos días he recibido una publicación singular y no venal que merece destacarse adecuadamente. Un auténtico trabajo de artesanía donde el orfebre ha puesto desbordada imaginación, paciente habilidad para confeccionarlo y amor a espuertas en su ejecución. Un estupendo volumen octavo mayor –encuadernación suelta en aras de facilitar la consulta e ilustrador y convincente trabajo manual bien hecho– donde las fotografías son texto y la tipografía colorista rompe aquel juego infantil del “santo o letra” al abrir el libro.
Hoy la situación familiar difumina el paisaje y confiere otra perspectiva. Así el ahora inmediato sucederá ayer al celebrar el cumpleaños materno. Dumas buscaba a la mujer. Amiel atendía al tronco del árbol femenino para explicar el misterio: la mujer es la salud o la perdición de la familia; ella lleva su destino en los pliegues de sus vestidos.
Aquí la portada define la estirpe –cabezas genealógicas encuadradas con hijos sonrientes– y la contraportada continúa en los nietos y sus vivencias y éxitos conseguidos. Circe retiene el tiempo entre las hojas del libro y describe poética y rumorosa el ulular del viento cordial y el afecto de cuanto se quieren y porqué se aman. Fuera la gran pesadilla de encorsetarnos en “hombre de provecho”, “sentar cabeza” o “sueldo mensual” que aprisionarán eternamente. Conviene huir de las almas estrechas. Abrir ventanas y respirar aire. Todo se explica aquí al contemplar los haces atados, paralelos y variopintos, de cuanto pudo haber sido y no fue...
Es la noria familiar que al sacar agua amorosa de sus miembros muestra las afectuosas y cordiales relaciones en esta espléndida colección de instantáneas como emisores y receptores de libertad individual. Abuelos, padres, nietos, consuegros y allegados tienden el puente de sus conductas para que otros los fundan en estrechísimo abrazo.

LA NORIA FAMILIAR

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