Moliere frente a Buero Vallejo

En el teatro Rosalía, fuera de ciclo y sin casi anunciarlo, debutó el Centro Dramático Galego con dos funciones de “Tartufo” de Moliere. Como es lógico, dado el puente oficial, únicamente media entrada para presenciar este montón de trapos recogidos por el protagonista, Orgón, que desea ser engañado al objeto de hacerse con la canoa automóvil, el teléfono de última generación o la juventud eterna por una vida mejor. Creer deseos a través del consumismo global que se nos brinda. Tartufo, no lo olvidemos nunca, es el hipócrita por antonomasia –falso devoto, beato taimado, codicioso y sensual– que irrumpe en un piadoso hogar burgués para apoderarse de todo: honra, bienes y familia rota.
Dirigida por Carles Alfaro, la obra conserva aquella frescura del 12 de mayo de 1664, día de su estreno en Versalles, aunque fuese retirada, bajo pena de excomunión por el arzobispo de París. El producto elaborado por la Xunta, desde el programa de mano, recorre tonalidades musicales que nos seducen: ficha artística, elenco de diez personajes, escenografía, vestuario, iluminación, música original y traducción. Texto clarificador con primeros planos del embaucador, “dime algo bonito”. Fotografías. Advertencia sobre la fragilidad humana para distinguir entre el artificiado y la sinceridad.
Reconocido el éxito artístico –el comercial semeja algo arrumbado– sin incurrir en chovinismo exagerado me pregunto por qué razón nuestro Centro Dramático, que da vida a grandes textos mundiales, jamás echa una mano piadosa a favor del teatro español con un impactante Valle-Inclán o siquiera este año, centenario de Antonio Buero Vallejo, utilizando grandes medios del Centro Dramático para revivir en gallego dramas como “El concierto de San Ovidio”, “La Fundación”, “De madrugada”, “Un soñador para un pueblo”, “En la ardiente oscuridad”, “Hoy es fiesta”, etc. Etc. ¿Hoy por hoy, hay quien aporte más?

Moliere frente a Buero Vallejo

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