MARISA Y CARMINA, FERIANTES DE LA CASTA DE LAS DIVAS

Lo de nunca te acostarás sin saber una cosa más se cumple con puntualidad prusiana. Tal quedo, boquiabierto y desorbitado, al enterarme de que mis amigas de la pandilla del Orzán, Marisa y Carmiña, son magas profesionales. Según mis servicios informativos, ambas atienden puestos de ruidoso éxito en la XXI Feira das Marabillas, que se celebra estos días en la Ciudad Vieja. Allí, inmediaciones del palacio de Capitanía General, Carmiña –cautelosa, sensata, prudente– ofrece tejidos de sueños para alcanzar felicidad. Borda a mano alzada, concentrada en la tarea y arrodillada la urdimbre. Material órfico de primera mano que habilita viaje sideral por la galaxia con temple de sonrisa irónica y eco de dulzura irresistible.
La sibilia Marisa no le va a la zaga profetizando buen tiempo, sol, temperatura y aire embotellado coruñés en coquetos envases que comercializa a precio asequible. El puesto está ubicado en la plaza de Azcárraga, a tiro de onda de la fuente de El Deseo. Marisa mantiene esa mirada profunda que lee cuanto sucederá. Casta diva como la Norma de Bellini cantada por la Callas. O bosque de druidas herculinos pisoteado por nuestro fabulador brujo Cunqueiro, a quien la Carmena esa pretende arrebatar su calle madrileña ganada a sotto voce de su polifacético énfasis cultural. Nuestra vendedora de aire brinda oxígeno sin turbulencias. Un tanto fresquito, pero sin tornados de conducta. Antes bien, dulce en el trato, cariñosa, comprensiva, augurando dicha en el “¡ojalá te vaya bonito!”.
Una pareja que se mantiene en raíles paralelos hasta el infinito. Indesmayable. Abnegada. Responsable en la entrega a los otros. Sin pedir nada. Sabiendo que la donación siempre enriquece al donante. Importan también aportaciones sociales y para con los amigos. La ética y el sentido común fijan los límites. Detrás camina la prudencia como bálsamo de fierabrás. 

MARISA Y CARMINA, FERIANTES DE LA CASTA DE LAS DIVAS

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